El Amor y el Crimen




El amor más grande se puede convertir en el odio más intenso y puede llevar a alguien que ha sido ofendido gravemente, a cometer un crimen.

Una persona pobre que llega a cometer un asesinato, es más probable que sea juzgado y encarcelado que una rica. Porque si es rico puede pagarle a un sicario para que se encargue de cometer el crimen. Siempre hay psicópatas sueltos dispuestos a matar por dinero.

¿Se pueden evitar esos crímenes? Es difícil. Porque la condición humana es cometer errores y cada error, si tiene la suficiente magnitud, y no puede condenarlo la justicia, se puede llegar a pagar con la muerte.

La infidelidad y el engaño pueden llevar a un hombre o a una mujer a hacer justicia por su propia mano. Puede ser en un arrebato pasional o bien en forma premeditada según sea su personalidad y la característica de la afrenta.

Por ejemplo, puede ocurrir que una mujer joven se case con un hombre mayor por interés y que luego, una vez casados, decida ser infiel con alguien más joven, que le atraiga más y que tal vez ame.

Es difícil mantener una posición cuando uno es joven.

Es probable que esa mujer haya tenido la intención inicial de renunciar al amor para vivir una vida cómoda y poder acceder a todas las cosas materiales, y que con el tiempo esa intención la haya ido perdiendo y no la pueda mantener, decidiendo actuar finalmente sin respetar el compromiso que asumió previamente con plena libertad.

Todas las tragedias griegas reflejan estos cambios en el comportamiento que indican la imposibilidad de cumplir con los compromisos y la dificultad para enfrentar los hechos con dignidad para cambiar el rumbo, que finalmente se traduce en un hecho de sangre.

Las personas en cierto momento de sus vidas se encuentran frente a una disyuntiva que es fatal. Abandonar su primera decisión con madurez y altura, haciéndole frente para poder iniciar otro camino; o decidirse a no renunciar a ninguna de las dos opciones tratando de quedarse con ambas.

Cuando queremos tomar dos decisiones que se oponen entre si, el orden natural es quebrado, se vuelve contra nosotros y nos castiga despiadadamente de cualquier modo.

Es difícil romper lazos cuando una de las partes de la pareja se opone. Pero se puede, siempre se puede tomar el camino que parece más difícil, porque será esa ruta la que nos conduzca sin excepción a mejor puerto.

El camino más fácil, que es el engaño, hace infelices a tres personas; el o la protagonista que decide ser infiel, la pareja engañada y la tercera persona en discordia que no puede dejar de pensar si es medianamente inteligente, que a él o a ella les puede pasar en el futuro, lo mismo.

El engaño tiene patas cortas, se lee en la mirada, en las actitudes, en el sentimiento de culpa que se manifiesta con conductas no habituales e inesperadas.

Tanto la mujer como el hombre cuando están en pareja, saben cuándo los engañan; es raro que se produzca lo que dice el conocido refrán, que el último en enterarse siempre es la esposa o el marido.

Porque es difícil que la conducta de la persona que engaña no se modifique y siga siendo exactamente igual que antes, que sea tan buen actor o actriz como para poder fingir con tanta fidelidad el mismo papel de antes.

Ni siquiera los muy buenos actores pueden representar dos veces el mismo papel de la misma manera. Por algún lado se filtrará la verdad y terminará todo siempre de una manera violenta.

Muchos de los crímenes, que son caratulados como homicidios por robos, luego es bastante común que se descubra que detrás de esos hechos inexplicables hay escondida una venganza.

Toda la literatura clásica se refiere a ellos. No hay traiciones que permanezcan en la impunidad, porque es inevitable que de alguna forma los damnificados traten de hacer justicia.