El Miedo a Ser Sincero




Se puede decir lo que uno siente sin ofender al otro si actuamos con naturalidad y sin hostilidad.



Sabemos que la verdad duele pero también que ser sincero termina siendo la mejor manera de vivir.



Las mentiras no son piadosas, porque subestiman al otro considerando que no es capaz de enfrentar sus problemas, demostrando sutilmente que se es superior.



Las personas tienen formas de pensar diferentes, distinta educación y sus propias experiencias, de modo que cada persona es un mundo y vive lo que le pasa de una manera única.



Por esta razón no podemos pensar por ellas creyendo que son como nosotros y tener miedo de decirles lo que les corresponde en cada situación, con temor a ofenderlas.



La sinceridad en el comportamiento mantiene la amistad, la confianza y el respeto, mientras que una sola mentira puede acabar con todo eso.



La amistad tiene límites que hay que respetar y si alguien vulnera esa limitación hay que ponerlo en su lugar en forma objetiva y sin el agregado de las reacciones emocionales que pudiera suscitar, impidiendo que invada nuestro terreno o nuestra intimidad.



Nos damos cuenta de los abusos de los demás cuando empezamos a sentirnos incómodos y nos hacen perder nuestro equilibrio emocional.



Los límites no son fijos ni existe un modelo de comportamiento que nos indique cuándo tenemos que decir lo que pensamos sin vueltas para poder recuperar la serenidad interior que debe ser imperturbable.



No existe ninguna situación ni ninguna persona que tenga el poder de desestabilizarnos o de hacernos infelices, somos nosotros, que con nuestra actitud permitimos que vulneren nuestra paz interior.



El que ofende o quiere abusar de otro, sabe que está haciendo lo incorrecto, sin embargo se atreve a violar cualquier frontera en virtud de una necesidad personal que puede ser real o fantaseada.



Algunos tienen recursos que les han servido durante toda su vida para manipular a los demás y no dudan en utilizarlos cada vez que piensan que las circunstancias los obligan.



Otros piden disculpas antes de cometer un atropello, de decir algo ofensivo o de intentar una manipulación, para inhibir cualquier reacción indeseable.



Lo peor que podemos hacer con estas personas es pasarles por alto sus inapropiadas conductas o hacer como que ignoramos sus intenciones; porque sencillamente no se detienen allí y seguirán avanzando para probar hasta dónde pueden llegar.



Estas personas no se ofenden, porque lo único que les interesa es que se cumplan sus propósitos, por lo tanto una reacción inesperada sólo los llevará a cambiar su objetivo para lograr lo que se proponen.



El temor a ser sincero oculta el miedo al rechazo, porque todos queremos ser aceptados y queridos y tememos la pérdida de nuestra imagen.



La necesidad de mantener nuestra imagen nos hace perder nuestra autoestima, dejando que los demás se aprovechen de nosotros y nos utilicen como objetos.