¿Quién
no tiene una suegra entrometida o una madre absorbente; un cuñado pesado, varios primos vanidosos; algún hermano competitivo o celoso o tal vez
unos tíos envidiosos?
La
mayoría tiene que lidiar con parientes difíciles, sin embargo es posible
mantener una buena relación si mantenemos una buena disposición y tenemos mucho
tacto, o sea ser capaces de actuar con diplomacia, decir lo menos posible sin
herir susceptibilidades y escuchar sin reaccionar con violencia.
A
la familia hay que aceptarla para poder trascenderla, pero nunca ignorarla,
porque es la mejor manera de no poder sacárselos nunca de encima.
Hay
que llevarse bien con todos, corriéndolos para el lado que disparan, porque no
resulta recomendable, en una reunión
familiar, que conociéndolos bien como
son, se empeñen en trabarse en discusiones estériles tratando por ejemplo que
cambien su filosofía de la vida, o de opinión política.
La
familia es nuestro primer contacto social y la forma en que nos relacionamos
con ella será la misma manera que tendremos de vincularnos con parejas, amigos,
conocidos, compañeros de estudio o de trabajo.
Las
relaciones familiares han demostrado durante siglos, ser la fuente de graves
conflictos y de muchas frustraciones y la forma de evitarlo siempre dependerá
de la conducta que adopte cada uno.
Las
personas en general, creen indispensable dar opiniones a diestra y siniestra,
sin saber que con cada opinión están expresando una forma de pensar que puede
ser cuestionada y favorecer una discusión interminable.
En
las reuniones familiares es saludable no hablar de política ni de religión,
porque seguramente terminarán peleándose como fieras salvajes y es probable que
la fiesta termine en forma cruenta.
Hay
personas que aunque nos quieran, disfrutan haciendo preguntas incómodas que
hacen sentir a su interlocutor inseguro y molesto, tal vez para demostrar que
ellas tienen todo resuelto.
En
estos casos se puede contestar con un monosílabo y pasar a una pregunta sobre su salud, para hablar de otra cosa.
Nunca
hay que trenzarse en una conversación muy larga, mejor es aprender a manejar
los monosílabos y dedicarse a degustar de la comida y bebida o a jugar con los
chicos.
Están
los sabelotodo que parece que nunca se equivocan y que tienen consejos
saludables para todos, pero que a la vez critican las iniciativas y cualquier
cosa que hayamos hecho. A estas personas
hay que agradecerles sus consejos y luego buscar el lugar más alejado para no
tener de nuevo, oportunidad de encontrarlas.
Cuando
comienza una discusión que resulta conocida, porque siempre por alguna razón sale a relucir
en todas las reuniones familiares, lo mejor es esperar el momento oportuno para
cambiar de conversación, sutilmente, para evitar reacciones o agresiones.
Se
puede proponer ver un video de fotos familiares o una película o bien sacar la
conversación sobre algún pariente que no está presente y que hace mucho que no
ven, para modificar el rumbo de los hechos o de los dichos que resultan
desagradables o insoportables.
Pedir
recetas es una manera de evadir temas escabrosos con delicadeza o hablar del
clima, de los chicos o de las mascotas.
A
veces, es mejor pedir la participación de los familiares en la organización de
un evento, para que puedan crear un compromiso y se involucren más con los
resultados, lo que evitará cualquier intención de aguarnos la fiesta.
Es
mejor no intentar tratar problemas puntuales con algunos de los presentes en
una reunión familiar, cuando está toda la familia presente, más saludable
resulta solucionar el tema en forma individual en terreno neutral y sin
testigos.
De
todos modos, siempre habrá algún insufrible que sale con un tema urticante que
sabe muy bien que generará discordia, generalmente es el anticristo que está en
todas partes y también, en su momento, por supuesto, en cada uno de nosotros.
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