En
esta época, la depresión es una de las afecciones más difundidas en el mundo.
Aunque las condiciones de vida de la gente hayan mejorado en el planeta, existen
en muchas personas un estado de ansiedad y de insatisfacción interna del que no
se pueden liberar, cuya causa no siempre se puede atribuir a las condiciones
desfavorables del ambiente, ya que la mayor incidencia de esta enfermedad se
produce en quienes suelen tener todas sus necesidades materiales satisfechas.
La
vida en las grandes ciudades obliga a vivir rodeados de personas anónimas e
inaccesibles; son miles los que como sombras pululan por todas partes pero sin
la posibilidad de establecer contacto.
El
fantasma de la soledad y el aislamiento nos acosa a todos y muchos están
destinados a pasar la mayor parte de su tiempo en instituciones o en sus hogares, sin la compañía de
familiares directos ni amigos, ya sea porque no los tienen o porque están todos
trabajando.
Los
que más sufren este síndrome son los ancianos, que en esta etapa de la vida son
los que disfrutan más de la compañía y de la seguridad y contención que les
brinda la familia.
Fuera
del ámbito de la medicina, el único camino que se ha perdido que hay que recuperar, es la conexión con uno mismo.
El
autoconocimiento es lo que puede devolver a las personas el gusto por la vida y
permitirles comprender las condiciones de su existencia.
El
autoconocimiento nos hace dar cuenta de que nos hemos convencido de que toda
fuente de gratificación es externa; sin embargo, existe una forma de
satisfacción interna que es más genuina y duradera, que sólo se puede conocer
cuando se toma conciencia de lo efímeras
que resultan las distracciones, escapes, entretenimientos y actividades
externas.
Cada
vez que se disfruta de un placer externo, éste dura poco y luego se torna de poco
interés, restableciéndose en el interior el estado de necesidad que prevalecía
anteriormente.
Esta
realidad que experimenta todo ser humano, lo aleja de la paz interior y lo
obliga a una permanente búsqueda de satisfacciones.
A
medida que se va experimentando este conocimiento esencial, se comienza a
producir una apertura mental que hace que una persona disfrute de la misma
forma de cualquier experiencia, sea cual sea, sin importar los distintos valores
que le adjudicaba anteriormente.
Esto
es posible porque la plenitud interna no depende de lo que está ocurriendo
afuera sino de la forma en que se perciben internamente las cosas.
La
mente, está llena de pensamientos, de imágenes, de situaciones, de encuentros
que la cargan de expectativas.
Si
vaciamos la mente de esos contenidos y renunciamos a todas nuestras
expectativas, cada momento será algo nuevo, una sorpresa inesperada y única.
Levántense
cada día sin pensar en nada y al agradecer todo lo que tienen y lo que son, tendrán las fuerzas suficientes como para
comenzar el día con optimismo y para poder percibir el presente como una
oportunidad, la oportunidad de estar vivos.
Todos
podemos hacer una meditación que a la vez sea sanadora, mediante la imposición
de manos, para sentirnos mejor y comenzar
a creer en nuestro poder interno.
En
posición de sentado, llevar las palmas de ambas manos sobre la cabeza durante
tres minutos; luego colocarlas sobre los ojos, la misma cantidad de tiempo;
después a ambos lados de la cabeza y luego continuar la aplicación de ambas
manos sobre la garganta; sobre el pecho;
sobre el abdomen antes del ombligo, y finalmente debajo del ombligo.
Cada
una de estas posiciones debe tener una duración de tres minutos. Pueden hacerlo todos los días durante 21 días
y podrán comprobar que mejorará su
estado de ánimo.
Basta
de resistirse y luchar para que las cosas sean como desean y no como son,
abandonen el control y entréguense a lo que es, que sin duda será mucho mejor que lo que
ustedes quieren.
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