La Intolerancia (Vándalos en San Ignacio)


El universo material tiene como característica la dualidad, o sea que todo lo que existe tiene su opuesto; y las personas no somos la excepción, porque la ambigüedad está también dentro de nosotros mismos.

Aunque suponemos tener una convicción firme podemos cambiar de parecer con los años y la realidad es que nadie en su madurez piensa de la misma manera que cuando tenía veinte años.

No es que sólo cambiamos de manera de pensar sino que también cambia nuestra posición en la vida y nuestro entorno, por lo tanto, nunca podremos pensar siempre lo mismo.

Por esta importante razón tendríamos que tener mayor discreción a la hora de juzgar a otros, ya sea por lo que piensa, lo que cree, lo que hace, lo que dice ó cómo vive, porque no sería nada raro que si nuestras condiciones de vida cambiaran también tendríamos otra perspectiva.

Los jóvenes tienen la fuerza de la juventud y el deseo de cambiar todo, de manera que su conducta intolerante hacia los que piensan o creen las generaciones anteriores es normal, pero también a esa edad es cuando tienen que aprender a respetar a los demás, a tomar conciencia que no hubieran tenido la oportunidad de llegar a esa edad si no los hubieran cuidado y mantenido sus padres y que no hubieran podido educarse si no hubieran tenido maestros.

En ellos está la responsabilidad de cambiar lo que sí se puede cambiar pero también la obligación de respetar la base del orden que los sustenta.

Estar en contra de todo y a favor de nada es lo que hacen todas las personas ignorantes que actúan por puro impulso sin reflexionar, copiando la acción de los más beligerantes que se atreven a actuar como vándalos por sus propias egoístas razones.

El ataque a una iglesia es la expresión palpable de la intolerancia humana hacia los que tienen la gracia de creer y es el reflejo de la omnipotencia propia de los adolescentes que se basa en su propia fuerza, y que se convierten en carne de cañón cuando siguen como corderos a delirantes líderes, quienes solamente se están probando a sí mismos a costa de ellos.

El ataque a un lugar de culto es un acto de cobardía que no conduce a nada, no tiene un objetivo ni puede cambiar nada.

No es la primera vez que ocurre y sin embargo la fe y la esperanza seguirá siendo siempre el apoyo más firme para un ser humano.

Esos mismos que hoy intentan incendiar iglesias, mañana, las experiencias de la vida, que todos tenemos que atravesar, los llevarán a suplicar misericordia frente a cualquier altar, porque ya no les alcanzarán sus fuerzas y necesitarán creer y tener esperanza en algo superior.

Conozco a varios que fueron ateos empedernidos y que se enorgullecían de ello, pero que se volvieron fervientes creyentes con los años y que murieron aferrados a un crucifijo.

Es la fe la que mueve montañas no otra cosa y querer arrebatarles a otros su fe, es envidia, por no poder creer como ellos.

Cuál es el fin último que persigue la protesta que necesita derribar iglesias, no podemos saberlo, porque los ideólogos siempre están detrás de los manifestantes, ocultos, usando a quienes se prestan sin demasiada convicción a realizar sus actos de cobardía, para poder descargar sus frustraciones propias.

Tienen que saber que la tolerancia es lo único que hará posible en el mundo alcanzar la paz verdadera.

Malena