Coherencia interna significa ser capaz de vivir en armonía con la propia conciencia, tener integridad y ser fiel a sí mismo.
No es fácil porque exige
pensar, decir y hacer lo mismo, cuando por lo general la gente piensa una cosa, dice otra y hace otra muy diferente.
La educación que recibimos nos lleva a no decir todo
lo que pensamos si eso puede herir a alguien o perjudicarlo seriamente. Pero una cosa es permanecer callado y dueño
de nuestros pensamientos y otra es decir lo contrario de lo que pensamos.
Los intereses, la conveniencia, la necesidad de
relacionarse para obtener algún resultado, muchas veces son hechos que conducen
a mentir y a no ser fiel a uno mismo.
Una mentira produce una catarata de acontecimientos
que obliga a continuar mintiendo, mientras internamente la mentira
desequilibra, quita la tranquilidad y la
paz y no permite estar en armonía.
Tener coherencia interna es no estar dividido en distintos personajes según las
circunstancias, siendo capaz de mantener la palabra, de ser desinteresado y
recto en el obrar en todo lugar y en todo momento.
Más que cualquier título, a la hora de competir
juegan con ventajas las personas que se conocen por su rectitud, su
honorabilidad, su cumplimiento y honradez.
En las grandes ciudades, las personas de mala fe
pueden refugiarse en el anonimato, ser prófugos de la justicia y vivir en un
departamento al lado del nuestro, pagando puntualmente las expensas y el
alquiler, sin que nunca nadie se entere de quiénes realmente son.
La integridad es nuestra mejor carta de presentación
y aunque tal vez nos lleve a exigir a los otros lo mismo y a generar rechazo de parte de quienes no respetan ningún
código de valores y actúan según su conveniencia, siempre vale la pena porque es
la única forma de lograr tranquilidad y paz interior.
La impunidad que padecemos todos los días puede
convencer a muchos que es más fácil vivir al margen de la ley que trabajar, sin
embargo, cuando se despoja a otros de sus pertenencias se está arriesgando la
vida porque nunca se sabe cómo las víctimas pueden reaccionar.
Todo ser humano, aún el más cruel y despiadado tiene
conciencia y es su conciencia la que buscará la reparación y hará justicia,
porque nadie se puede librar de la culpa.
La culpa es la que los llevará a cometer excesos, a
drogarse o alcoholizarse, o a enfrentar mayores riesgos, para no pensar, hasta sucumbir víctimas de su propia
violencia.
Nadie puede vivir sin reglas y menos los que pertenecen
a una banda de delincuentes, cuyos
códigos son aún más estrictos y donde la traición se paga con la muerte.
En esos ámbitos existe un orden de jerarquía que hay
que obedecer sin derecho a réplica y cualquier transgresión que comprometa la
fidelidad de alguno de sus miembros se paga con la vida.
Las mafias no tienen cárceles, ni jueces, ni
tribunales y no responden a nadie, simplemente limpian de raíz a quien se
atreva a desafiarlos o a desobedecerlos.
Nadie puede salir de esa trampa, ni siquiera como
arrepentido, porque tendrá que vivir escondido, en otro país, con otra
identidad, solo y siempre con el riesgo de que sus secuaces lo encuentren y
hagan justicia a su modo.
Malena Lede - Psicóloga
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