Algunos creen que el juego clandestino es una actividad que merece ser erradicada.
Al respecto me atrevo a disentir, en primer lugar, porque erradicar un negocio clandestino es una misión
casi imposible en cualquier parte del mundo, ya que siempre hay políticos o
policías corruptos involucrados y en segundo lugar, todos los ciudadanos son libres de
elegir en qué gastar el dinero que ganan.
Son las autoridades competentes las que podrían
hacer mucho, si es que realmente desean priorizar el bienestar de los
ciudadanos, evitando que se promocionen los
juegos de azar, ya sean éstos legales o clandestinos.
Para disminuir el hábito del tabaco, no fue
necesario prohibir su producción y venta, fue suficiente la campaña que en su
momento se realizó en todo el mundo que prohibió la promoción del cigarrillo.
Esta campaña incluía la publicidad por cualquier
medio de comunicación - como carteles, avisos por televisión, radio, cine,
películas u obras de teatro - la veda para fumar en todos los lugares
públicos cerrados, incluyendo restaurantes, cafés, casas de juego, boliches,
etc.; y la obligación de colocar en todos los paquetes de cigarrillos la
advertencia sobre el riesgo de padecer cáncer de pulmón debido al consumo de
tabaco.
El resultado fue extraordinario ya
que no sólo disminuyó el consumo de tabaco sino que llevó a muchos adictos al
cigarrillo a abandonar su adicción o a disminuir su necesidad de fumar a cada
rato.
Como era de esperar, las industrias tabacaleras
sufrieron un impacto de importancia debido a la disminución del consumo; sin
embargo la mayoría pudo rehabilitarse fabricando otros productos.
En el caso del juego, ya sea clandestino o no, una
campaña similar a la del cigarrillo, contra
la adicción a los juegos de azar, que impida la publicidad e incluso la publicación de resultados, limitándola únicamente a las casas de lotería; más la
debida difusión educativa sobre los riesgos que produce esta adicción y los tratamientos que existen para controlarla, podría también dar buenos resultados.
No se puede ignorar que la publicidad mueve
multitudes; por lo tanto, si puede favorecer adicciones, también podría ser una herramienta eficaz para erradicarlas.
Una sociedad moderna debe respetar a los individuos y
no quitarles su derecho a elegir como adultos responsables, pero también tiene la obligación de no
permitir, que se promocionen públicamente las supuestas ganancias que raramente
produce el juego o las bondades de actividades que pueden afectar la salud
física o psíquica de las personas.
Enseñar es cuidar y es elevar el nivel de conciencia
de la gente.
Malena Lede – Psicóloga
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