Todas las parejas empiezan bien, dichosos de estar
uno con el otro y jurándose amor eterno, sin embargo, ese sentimiento tan profundo, difícilmente puede resistir el paso del tiempo;
y lo que comenzó siendo un paraíso, poco a poco se va
convirtiendo en un infierno.
Ninguno de los dos parece ser el mismo, porque cada
uno ha dejado al descubierto su sombra, y así, personas que antes se amaban sin condiciones, se atacan
y se defienden mutuamente como lo hacían con sus respectivas familias.
Esa pareja, que soñaba con un largo futuro, juntos,
de pronto, se han convertido en dos enemigos que tratan de destruirse uno a otro.
Ese antagonismo se relaciona con los modelos de pareja que tiene cada uno, porque todos
imaginamos una forma ideal de pareja y ese modelo es el que termina
contaminando el vínculo amoroso.
Algunos se imaginan fusionados uno con
el otro sacrificando la propia identidad, porque la idea de la
individualidad les puede parecer peligrosa, lo que obviamente conduce al fracaso,
porque se trata de dos personas que se aman pero que son diferentes.
El amor tiene que ser capaz de soportar la
independencia, y no hay mejor prueba de amor que mostrarse feliz con la
realización del otro.
Otro modelo de pareja es lograr una
relación asimétrica, en la que uno manda y el otro obedece, que tampoco tiene
mucho futuro ya que de esa forma la lucha por el poder no termina
nunca.
También existe la pareja violenta en la que el más fuerte es
el castigador y el otro el condenado a sufrir el castigo; que
puede ser verbal, psicológico o físico, y que se transforma en una forma perversa de comunicarse.
La historia
personal de cada uno se recrea en forma inconsciente, según el modelo
internalizado, y de esa manera tendemos a repetir historias.
Para salir de ese círculo vicioso hay que darse cuenta de que se están repitiendo modelos de comportamiento aprendidos, siendo conscientes de cómo se comportan con su pareja y del modelo de relación que tenían con sus familias; o bien recurriendo a un profesional para que los ayude a darse cuenta.
Estar alerta es la clave y no actuar en forma impulsiva, reflexionando antes de hablar; siendo capaz de controlar periódicamente el curso de la relación y manteniendo un diálogo fluido.
Estar alerta es la clave y no actuar en forma impulsiva, reflexionando antes de hablar; siendo capaz de controlar periódicamente el curso de la relación y manteniendo un diálogo fluido.
Es necesario aprender a reconocer los propios errores y abandonar el hábito de proyectar la culpa en el otro, detectando las
situaciones que se reiteran y considerándolas como síntomas de una relación
enferma.
A veces se trata de dificultades fáciles de solucionar
y que sólo exigen un cambio poco significativo en la conducta de ambos, que al revertirse, hace posible el cambio que necesita el vínculo.
Malena Lede - Psicóloga
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