La culpa está siempre presente en nuestra conciencia
reclamándonos por algunas de nuestras acciones; suele ser persistente y hacernos sentir
incómodos con sus exigencias.
El sentimiento de culpa es una sensación de
desasosiego que se experimenta cuando se está desconforme con lo dicho o hecho,
un malestar que desequilibra, pone en tela de juicio los valores y también la
capacidad para tomar decisiones.
Se trata de darse cuenta de la falta de coherencia
entre el lo que se piensa y se hace o dice, o sea del sentimiento subjetivo de
haber contrariado los propios códigos internos.
Los valores son los principios a los cuales nos
adherimos para regir nuestras vidas, la estructura necesaria para poder aplicar
nuestro sano juicio, basada en normas y costumbres heredadas de la familia y de
la sociedad.
Este vasto conjunto de valores designa lo que es
bueno o malo para nosotros, hace posible la convivencia y orienta la educación.
La culpa surge cuando la persona se siente en falta
con respecto a las normas que ha internalizado y a las expectativas que tiene sobre
su ideal de sí mismo, o sea las pautas que ha incorporado como “deber ser”.
Ese ideal obliga a comparar los actos con los
ideales, que si son respetados brinda el sentimiento de haber sido fiel a sí
mismo y si no, la sensación de haberse traicionado.
Para poder salir airoso de esta dicotomía es
importante el discernimiento, que es la capacidad de evaluar cada circunstancia
y de ser fieles a lo que sentimos y queremos en cada momento de la vida.
Esta posibilidad es la que nos dará la necesaria
flexibilidad para ser menos rigurosos con nosotros mismos, más comprensivos con
los demás y como consecuencia sentir menos culpa.
Hacemos lo que podemos y de nada sirve sentirse
culpable por hechos del pasado que no podemos cambiar, porque lo que hicimos
fue lo único que pudimos hacer en ese preciso momento de la vida y lo único que
nos queda es el perdón.
Perdón por no haber tenido la fortaleza de responder
a los valores que elegimos, perdón por no haber sido la persona que hubiéramos
querido ser y perdón por haber defraudado las expectativas de nuestros seres
queridos.
Somos seres imperfectos pero perfectibles y la vida
es una sucesión de avances y retrocesos en el difícil camino hacia el
desarrollo pleno del Ser que realmente somos.
Malena Lede - Psicóloga
Publicar un comentario
Muchas gracias por participar de este espacio!