El Invitado Fantasma



La escritora cordobesa Cristina Bajo, escribió un libro titulado “Elogio de la Cocina”, en el que evoca episodios de su vida, recetas culinarias y relatos relacionados con el ritual más antiguo del mundo, el fuego y la comida.

En un adelanto de su libro que se ofrece en la revista ADN Cultura del diario La Nación de los sábados, la autora cuenta, que forma parte de un grupo que se reune a cenar cada quince días, a partir del último homenaje que le hicieron a un amigo fallecido, cinco de ellos, durante cinco años después de su desaparición.

Sabiendo que el desenlace estaba próximo, antes de morir, pidió a uno de ellos que lo visitó, que lo recordaran el día de su cumpleaños y no en la fecha de su muerte.

Poco después falleció y sus cenizas fueron esparcidas en un campo de su propiedad.

En la fecha de su cumpleaños, fieles a su promesa, los amigos se reunieron para cenar. Eran cuatro hombres y una sola mujer, la autora del libro, pero la mesa estaba puesta para seis, porque el sexto invitado era el ausente.

Antes de pasar al comedor, el dueño de casa ofreció un brindis con champagne y justo cuando levantaban las copas se cortó la luz.

El apagón era solamente en ese lugar, porque en el resto de la casa y del vecindario había luz.

Los cinco se miraron con desconcierto, trataron de cambiar las bombitas y se prendieron algunos candelabros para poder terminar con la ceremonia del brindis a la luz de las velas.

Ni bien la tenue claridad del fuego los iluminó, volvieron a brindar mencionando el nombre del ausente, chocando sus copas; y cuando estaban dando el primer sorbo, casi en la oscuridad, se volvieron a encender las luces.

Nunca se supo cuál fue el desperfecto ni cómo se solucionó pero quedó un interrogante inquietante sin respuesta.

Así fueron rotando de casa cada año, durante cinco años, celebrando el cumpleaños del amigo ausente, hasta que se fueron incorporando al grupo más amigos y otros se fueron.

Entonces, se dieron cuenta que una vez por año no era suficiente y decidieron despedirse del fallecido e inaugurar una nueva forma de celebración, cada quince días ya sin la necesidad de su virtual presencia.