Libre del Miedo




Casi siempre, las cosas que nos ocurren nos sirven para aprender. No nos basta el conocimiento libresco, ni la experiencia de los demás, lo único que nos sirve de verdadera enseñanza son las vivencias.

Salí esa mañana a caminar por las solitarias calles del barrio cerrado, que me brindaba la ilusión de estar protegida de la presencia de extraños y del paso de vehículos de afuera.

El cielo sin nubes, límpido y despejado auguraba que ese fin de semana sería espectacular.

La arboleda pintada de otoño había dejado una alfombra de hojas doradas en el piso, que crujían bajo mis pies.

Las acacias todavía no habían perdido todas sus hojas y parecían bañadas en oro, mientras los robles, pintados de rojo, mostraban su gallardía desde lejos.

Había olor a pasto recién cortado y el silencio era sobrecogedor, como si los pájaros también estuvieran absortos ante la majestuosa belleza de ese instante.

En ese momento sólo estaba pensando que caminaría una hora y después saldría a andar en bicicleta.

Mientras me entretenía planeando estas pequeñas cosas y cuando ya estaba bastante lejos, pude ver a la distancia como se acercaba corriendo un perro desconocido de grandes dimensiones, con quién sabe qué intenciones.

Me encontraba atravesando una zona con mucha vegetación pero todavía deshabitada, sin la presencia de una mísera casa entre los árboles.

Me di cuenta que estaba sola y muy asustada.

Sin embargo, mientras el perro se aproximaba, milagrosamente tuve tiempo para pensar; y ante lo inevitable me entregué; y en lugar de correr o buscar ayuda, decidí seguir caminando como si nada, sin mirar al animal que peligrosamente se acercaba cada vez más, corriendo como un caballo desbocado.

Ni bien adopté esa actitud, de ignorarlo y no mostrar signos de notar su presencia; y cuando estaba apenas a unos veinte metros, el pobre perro detuvo su carrera y se acercó lentamente a mi.

Ante mi sorpresa, se colocó a mi lado y continuó caminando junto a mi, acompañándome hasta mi casa.

La conducta de ese perro ante mi actitud de entrega fue muy reveladora y de pronto me sentí más segura, todo parecía tener más sentido y estar más ordenado, cuando dejamos actuar a la naturaleza, no tenemos miedo y no intervenimos para defendernos.