Kant y la Soledad



Entre las notas dejadas por Kant, figura un texto sobre la soledad que extrajo de algunos segmentos del sueño de Carazan en el Bramar Magazin, tomo IV, página 539.

Un rico hombre muy avaro, a medida que su riqueza aumentaba iba endureciendo su corazón y cerrándose al amor y a la piedad.

Al mismo tiempo, mientras se incrementaba su egoísmo, aumentaba sus plegarias y sus rituales religiosos.

Una noche, mientras se encontraba ocupado contando su fortuna, lo venció el sueño.

Soñó que se acercaba a él el ángel de la muerte como si fuera un remolino y antes que pudiera evitarlo lo envolvió.

Quedó petrificado y se dio cuenta que su suerte ya estaba echada por toda la eternidad y que no había tenido tiempo para restar nada de lo mal que había hecho ni añadir algo a lo bueno,

Fue llevado hasta el trono del supremo quien le dijo:

-Carazan, todo lo que has rezado de nada vale ahora, cerraste tu corazón al amor y has vivido una vida egoísta guardando tus tesoros para ti solo. Por lo tanto para toda la eternidad seguirás viviendo igual, solo, sin ningún contacto con toda la creación.

Acto seguido fue arrastrado a través de innumerables mundos y de las maravillas de la creación hasta llegar al final de la naturaleza donde le deparaba un terrible lugar de calma eterna, soledad y oscuridad.

Poco a poco fueron desapareciendo los últimos vestigios del universo y un intenso terror se apoderó de él, quedando completamente sumergido en una oscura tiniebla.

Como su angustia iba creciendo más y más, a medida que se iba dando cuenta que ese infinito abismo de oscuridad sería su eternidad, sin ninguna posibilidad de ayuda o cambio; tendió sus brazos desesperado y en ese momento se despertó.

Luego de ese sueño, Carazan cambió su actitud y aprendió a tener en cuenta hasta el más insignificante de las criaturas, que hasta ese momento había ignorado durante la ceguera que le produjo su riqueza, y esas acciones fueron sus preferidas frente a la visión aterradora de la nada.

Estos relatos muestran una enseñanza y como todas las leyendas y tradiciones antiguas, se mantienen como fuente de sabiduría aún cuando nadie haya estado más allá de la muerte para contarlo.

En China, por ejemplo, sigue celebrándose durante los eclipses del sol y de la luna una costumbre que pretende ahuyentar al supuesto dragón que sería capaz de tragarse ambos cuerpos celestes, y a pesar de saber que en realidad las cosas ocurren de otra manera, siguen conservando esa tradición y practicando el mismo rito.