La Comunicación y la Familia



Se puede conocer a mucha gente, tener una familia numerosa, muchos amigos y conocidos, compañeros de trabajo, de equipo, de clase, etc., pero no estoy segura si la mayoría es capaz de establecer un verdadero vínculo con ellos.

La gente sin embargo se da cuenta cuando no puede conectarse realmente con el otro, ya sea ésta una pareja, un amigo, un compañero o un familiar directo.

Poder llegar al otro no es fácil porque exige un encuentro, y el encuentro implica comprenderlo como otro y poder incorporarlo a la propia identidad para que comience a ser parte de ella.

Es un proceso complejo porque exige que dos partes diferentes sientan alguna afinidad y estén dispuestas a compartir experiencias y a formar un vínculo, con una motivación común.

Clara es una mujer de 60 años con tres hijos casados y seis nietos. Tiene una personalidad introvertida, es tímida y de aspecto distante y siempre ha tenido dificultades para expresar sus emociones.

Su marido, en cambio es de tipo extrovertido, seguro de si mismo, afectuoso y con facilidad para hacer amigos.

A Clara le gusta la pintura y la escultura, tiene un pequeño taller en su casa y desde hace muchos años le dedica gran parte de su tiempo a este quehacer.

El más grande de sus nietos tiene doce años y el más chico apenas dos, la mayoría son varones, o sea cuatro de ellos, y dos son mujeres.

Como sus tres hijos son varones, no los ve muy seguido, porque como pasa casi siempre, sus nueras les dedican más tiempo a sus propias familias, de modo que no tiene muchas oportunidades para ver a sus nietos.

Tanto ella como su esposo se han acostumbrado a esto y además ella tampoco dispone de mucho tiempo, porque su actividad le demanda muchas horas por día.

Sin embargo, a veces se siente en falta porque cree que tiene poca conexión con ellos, y que debería tener una mayor participación en sus vidas, para que la conozcan mejor y también pueda ella llegar a conocerlos.

No sabía qué hacer para cambiar esta situación sin molestarlos, por lo tanto decidió esperar, como hacía habitualmente cuando tenía un problema, para que de este asunto que la preocupaba se encargara el Universo.

Así estaban las cosas hasta que tres de sus nietos, uno de cada hijo, tuvieron problemas en el colegio.

Ella había sido maestra varios años en una escuela y además tenía un cargo de supervisora de estudios en una institución de nivel secundario, de modo que sus hijos y sus nueras, que sabían que había sido muy competente, le pidieron si podía ayudar a sus nietos.

Sin proponérselo, se vio obligada a ir dos veces por semana a la casa de ellos para poder satisfacerlos y el tema del estudio se convirtió en el elemento que le permitió crear y mantener un verdadero vínculo con todos ellos.