Enamorándose y Equivocándose




Ana se enamoró de Pablo, un muchacho bueno pero inmaduro, que siempre estaba sin trabajo, que era irresponsable e incapaz de saber satisfacer a una mujer sexualmente; sin embargo de buenas a primeras decidió casarse con él.

Por supuesto la relación no duró mucho y Ana y Pablo se separaron, y aunque no fue nada fácil, porque hubo que dividir entre los dos todo lo que había comprado ella con su sueldo, por fin se divorciaron.

A pesar de esa experiencia, Ana volvió a reincidir en el matrimonio y se casó con Pedro, un joven violento, jugador y pendenciero con el que se llevaba muy bien sexualmente y con el que tuvo un hijo pero que la obligó a separarse cuando le rompió dos costillas en una de sus numerosas peleas.

Una vez finalizados los trámites del divorcio, Ana, que era optimista y creía en la vida, pero que no tenía en cuenta las desventajas de sus novios, volvió a intentar la vida en común casándose con un hombre más maduro, Isaías, hombre de mundo con una solvente situación económica, que dominaba el arte de seducir y que la envolvió con su capacidad de persuasión.

Pero ni bien se casaron la policía allanó su departamento en Recoleta y le encontraron billetes falsos.

Isaías fue a prisión y la dejó en la calle, con numerosas deudas y con un prontuario en la comisaría por haberla considerado cómplice al usar dinero falso para sus compras.

Ana tardó un poco más de tiempo en reponerse de este cimbronazo, sin embargo siguió equivocándose dos o tres veces más hasta que finalmente decidió no pasar más por el registro civil para evitar seguir hundiéndose más y más en problemas cada vez más difíciles.

Evidentemente Ana elige mal a sus candidatos, se enamora de hombres por uno solo de sus atributos y no tiene en cuenta a la persona total. Se empeña en no ver lo que no quiere ver y sigue adelante con la relación sin perturbarse.

Ana no es la única persona que se equivoca, porque hay muchas mujeres que hacen lo mismo. No razonan, se dejan llevar por sus emociones y se involucran con sujetos que de una u otra manera resultan peligrosos.

Ana tiene un grave problema: no aprende de las experiencias y sigue haciendo siempre lo mismo sin escarmentar.

No se aprecia lo suficiente porque se conforma con los hombres que las demás desechan, sin escrúpulos, deshonestos, haraganes, golpeadores y hasta impotentes.

Ana seguramente no cree que ella pueda elegir, porque no se siente digna de que la ame un hombre normal, que tenga un trabajo, que sea honesto, que la respete y que la quiera.

Es probable que se haya convencido que ese tipo de hombre no existe o que si existe a ella probablemente no le atraiga, porque una mujer también puede ser masoquista cuando se enamora.