Mi Dieta y Yo




La dieta es como nuestra casa, siempre tenemos que volver a ella por más bien que nos traten en otro lado.

Cuando uno comienza a evitar los espejos, a no mirar para abajo para no verse la panza que amenaza crecer día a día, a no ponerse cinturón y a preferir ropa holgada que disimule nuestras redondeces, hemos cruzado al peligroso terreno del sobrepeso, de los que pocos vuelven con facilidad.

Sin embargo, aunque no sea fácil, se puede estar nuevamente en forma y mucho más saludable, si aprendemos a comer conscientemente.

Comer con conciencia significa darse cuenta de todo lo que llevamos a la boca durante todo el día, tener la inteligencia de elegir lo que comemos y aprender a prepararnos nuestros alimentos, no como un trabajo sino con alegría, sabiendo que estamos haciendo algo bueno para nosotros mismos.

Las dietas básicamente son parecidas. Todas proponen disminuir las cantidades que ingerimos, o sea servirnos porciones más pequeñas y acostumbrarse a no esperar sentirse lleno para parar.

También indican elegir comer lo que más nos gusta con moderación, porque la alimentación, además de ser necesaria para vivir, es un placer al que no hay que renunciar.

Como todos los placeres de esta vida, no se puede abusar porque se convierten en adicciones y terminamos siendo esclavos de ellas.

Estar ocupados en actividades que agradan es importante, porque el aburrimiento es un motivo que lleva a pensar en comer cualquier cosa, para calmar la ansiedad y pasar el rato.

Por eso es tan importante distinguir cuando comemos, si es por apetito o porque nos impulsa alguna emoción que no podemos controlar de un modo más maduro.

Conozco casi todas las dietas que existen, pero finalmente he hallado mi propia ecuación personal que me da resultado, es flexible y me gusta.

Les cuento que estos quince días de vacaciones bajé un kilo más, de modo que ya sólo me falta un kilo para llegar al peso que deseaba.

Me siento más ágil, más contenta conmigo misma y más motivada a comer racionalmente, sin sentir ninguna necesidad de cometer transgresiones.

Es una dieta sana, equilibrada y fácil de cumplir, que no impide darse algunos gustos cuando las circunstancias lo requieren.

Es estrictamente personal y cualquiera se puede inspirar en ella para realizar la suya propia, modificando los elementos que no le gusten o que les resulte difícil digerir.

El desayuno consiste en un té con cuatro tostadas chicas, de pan francés mignón, con dos fetas delgadas cortadas con la máquina, de queso muzzarella.

A media mañana, que para mi son las once horas, un vasito chico de yogurt bebible descremado y un café.

Para el almuerzo, una porción como la palma de la mano de carne, pollo o pescado elaborado de la manera que más les guste, utilizando rocío vegetal, acompañándolo con verduras cocidas o ensaladas en cantidades moderadas; y luego una fruta pequeña.

A la hora del té vuelvo a repetir lo mismo que en el desayuno, y dos horas después tomo otro vasito de yogurt con un café si me apetece.

La cena puede incluir ensaladas o verduras cocidas con un poco de arroz o fideos y huevo duro, o bien una porción de tarta de verduras, o un omelette de queso o de jamón con ensalada, o también un plato de tallarines al filetto con poca aceite. Luego una fruta, o un vasito de yogurt con cereales.

Las porciones de las pastas no deben sobrepasar el fondo de un plato hondo, pudiendo agregarle verduras a la salsa y evitando combinarlo con carne o pollo.

Si me acuesto tarde y si me apetece, puedo hacer una frugal colación y comer una fruta pequeña, o un vasito de yogurt, o saborear un caramelo duro.

Hay que evitar asociar la comida con otra cosa, por ejemplo comer mirando televisión, porque el cuerpo se condiciona y desearán comer cuando estén viendo algún programa.

Elijan frutas que les gusten y hagan ensalada de fruta, aunque sea con dos frutas diferentes con el agregado de un poco de yogurt.

Evitar el alcohol es muy recomendable porque tiene muchas calorías y es más difícil bajar de peso.

Es bueno tomar mucho líquido, como agua, soda o gaseosas dietéticas o jugos sin azúcar.

Y una vez por semana pueden permitirse comer un plato más calórico que les guste, con moderación.

Con esta dieta se debería poder bajar medio kilo por semana, o sea dos kilos por mes, siempre que se tenga poco sobrepeso. Si el sobrepeso es muy grande se baja mucho más.
Una vez que hayan llegado al peso deseado, el mantenimiento es seguir la misma dieta con la posibilidad de agregar una vez en el día, con moderación, algo más calórico que les guste.
En definitiva, como dice el Dr. Cormillot, hay que enamorarse de la dieta y después casarse para toda la vida.