La Confianza





Todos tenemos que tener un cierto nivel de confianza para poder vivir normalmente.

Si tomamos un ascensor tenemos que confiar en que se le ha hecho el mantenimiento, si viajamos en un vehículo público tenemos que confiar en el conductor, en su estado mental equilibrado, en su sobriedad, en su destreza e inteligencia para manejar y en su capacidad de prestar atención al tránsito; cuando comemos tenemos que confiar en los que producen los alimentos que consumimos, si nos tenemos que someter a una operación quirúrgica tenemos que confiar en el cirujano y si hacemos un tratamiento debemos confiar en el médico y así, infinidad de situaciones más.

Existen motivos suficientes como para desconfiar, porque existen muchos que trasgreden las normas, otros que no cumplen con las leyes y pueden no ser responsables y pensar solo en ganar dinero sin importarle la integridad del prójimo; sin embargo tenemos que ser audaces y tener confianza en los demás aunque siempre nos puedan engañar.

El que cree en el destino tiene una actitud de confianza en la vida, porque piensa que no puede evadirlo por más miedo que tenga y por más que se cuide.

Creo que existe el destino según hayan sido nuestras propias decisiones, en función a nuestra forma de pensar y de vivir, y que todos tienen la posibilidad de cambiarlo si cambian de forma de pensar y de vivir.

Cada persona es única y tiene una cosmovisión y una personalidad. Estas particularidades harán que sus elecciones sean únicas y éstas serán las que lo conducirán por un determinado camino y no por otro.

Si no tenemos confianza en los demás viviremos acosados por el temor de la indeterminación y la incertidumbre.



Los fóbicos tienen ese problema, pretenden ser perfectos y no confían en los demás, tienen miedo de vivir y huyen de toda señal de peligro, terminando aislados e incapaces de asumir algún riesgo.

Investigaciones realizadas en el Baylor Collage of Medicine de Houston mostraron en los sujetos que se sometieron a las pruebas, señales cerebrales que indicaban su nivel de confianza.

Otras investigaciones que se publicaron en la revista Nature afirman que se puede aumentar la confianza de una persona elevando su nivel de oxitocina, hormona que se segrega durante el parto.

Se sabe que la oxitocina no sólo aumenta la confianza en el otro sino también la cohesión del grupo, promueve la permanencia de la pareja después del acto sexual y favorece el vínculo afectivo entre la madre y sus hijos.

El psicólogo Silvan Tomkins de la Universidad de Princeton, considera que en lo que se refiere a la confianza se pueden dividir las personas en dos grupos, las normativas y las humanistas.

Las normativas suelen pensar que sus semejantes son peligrosos, prefieren no expresar sus sentimientos y tienden a estar siempre alertas y a la defensiva.

Las personas humanistas en cambio, creen en la honestidad de la gente, son más positivas en sus vidas, expresan sus emociones con más libertad y se pueden poner en el lugar del otro atribuyéndoles buenas cualidades e intenciones.

Los científicos están de acuerdo en afirmar que estas características son muy estables en el tiempo y que son tanto propias del sujeto como adquiridas con la experiencia.

Las personalidades normativas tienden a rodearse de personas como ellos y a crear relaciones sin compromiso, en tanto que las humanistas se suelen rodear de personas fieles.

Eric Ericsson (1902-1994) afirmaba que los niños que han tenido buenas relaciones de afecto llegan a tener una visión del mundo como un lugar predecible y acogedor.

Según Jaume Massip, profesor de psicología de la Universidad de Salamanca, en proporción, los seres humanos son capaces de detectar más la verdad que la mentira, aunque este resultado puede variar según el oficio que tenga cada uno.

Otros estudios realizados en la Universidad Collage de Londres, registran que ser desconfiados puede afectar la salud física y mental y los participantes con mayor desconfianza eran más veces propensos a sufrir depresión y síntomas de ansiedad.

Además encontraron relaciones entre la tendencia a la vida sedentaria y aislada y el miedo.