El masoquismo del culto al cuerpo




El hombre ya no se conforma con transformar la naturaleza, realizar construcciones monumentales, lograr descubrimientos fantásticos o crear maravillosas obras artísticas; ahora, se ha vuelto hacia si mismo, pretende retroceder el paso del tiempo, recuperar su juventud perdida y vivir para siempre.

Las canas, las arrugas y los achaques propios de la vejez, no son más símbolos de sabiduría o jerarquía, ahora representan signos de desvalorización, incapacidad y decrepitud; y nadie parece estar dispuesto a pertenecer a esa categoría a menos que su presupuesto no lo permita o que su prepaga no lo cubra.

Los consultorios de los cirujanos plásticos y los dietistas están viviendo momentos de esplendor, porque una muchedumbre se concentra en las salas de esperas con la intención de someterse a cualquier tipo de intervención que le asegure una mejor imagen en el espejo.

Se levantan rostros, se operan ojos, mamas, abdómen y glúteos y todo sector del cuerpo que lo demande, mediante cruentas y onerosas operaciones de varias horas de duración, se reducen adiposidades localizadas, se corrigen dentaduras para devolver el brillo y la blancura a la sonrisa, se realizan tratamientos de ortodoncia hasta edades avanzadas, se extirpan lunares o verrugas antiestéticas, se borran cicatrices y várices, se hacen implantes dentales y de cabello, y tatuaje de cejas y contorno de pestañas, se realizan depilaciones definitivas, se tiñe el cabello, se broncea la piel en invierno, la mayoría de la gente hace gimnasia, practica deporte, corre o camina, hace meditación trascendental, yoga, tai chi, chi kung, karate, pilates, autonía y toda clase de artes orientales o no, que estén de moda.

De este modo los días se acortan y el tiempo parece correr más ligero, porque la mayor parte del día y hasta de la noche se necesita para los turnos con los médicos, con la peluquera, el dentista, el masajista, la depiladora, el pedícuro, el personal trainer, etc.
Se sacrifica el almuerzo, el te de la tarde y hasta la cena, para ganar tiempo, conformándose con un sándwich comido a la ligera para poder cumplir con todo y no perder los codiciados turnos de la medicina prepaga.
Todo eso para lucir mejor y llegar a tener la figura ideal, esa que nunca se consigue a pesar de haberse sometido a los artilugios de la última tecnología en estética y a todos los demás artificios existentes. Por eso se siguen haciendo una tras otra, sin descanso y sin reparar en gastos.

Madonna, la incasable estrella del espectáculo, demuestra una vez más su fidelidad a los cirujanos y está lista para su enésima cirugía que le costará doscientos mil dólares, una ganga considerando que representa solo el uno por ciento de lo que gana con un espectáculo.

Es comprensible, porque su cuerpo es su herramienta de trabajo y muchos sólo van a verla para ver cómo se mantiene.

Mientras tanto la vida pasa inexorablemente, también para la gente cuyo único objetivo es mantenerse joven y digno de respeto, porque la juventud parece ser el único indicador para conseguir seguir estando en la lista de los que aún están vivos y no haber pasado a la categoría de dinosaurio.
Hay que reconocer que son valientes y tienen mucho coraje, porque hasta se arriesgan la vida haciéndose esas cirugías y tienen que soportar muchos sufrimientos y muchos días de convalecencia; sólo para levantar un poco su autoestima, porque lo que más les mortifica no es lo que piensa el otro sino lo que piensan ellos mismos cuando ven su imagen en el espejo.

Porque la mayoría de la gente se ha convencido, que la imagen es todo.