La Experiencia religiosa




William James (1842-1910), filósofo norteamericano, profesor en Harvard, se interesó en la Psicología, considerándola una disciplina con base fisiológica.

Su doctrina es una metafísica de la acción, que encuentra su proyección en el terreno de la ética. Su concepción era pragmática y empirista.

El pragmatismo es un método basado en aceptar la utilidad como criterio de verdad, pero no en el sentido ordinario sino como aquello que hace de cualquier proposición algo efectiva y operante.

Tuvo la oportunidad de dictar una serie de conferencias en la Universidad de Edimburgo, para abordar el tema del impulso religioso del ser humano.

Estas conferencias dieron lugar a un libro “Variedades de la Experiencia Religiosa” que fue publicado por primera vez en 1902 y que aún hoy en día continúa teniendo plena vigencia.

¿Qué son las tendencias religiosas? y ¿Cuál es su significado filosófico?

William James desarrolla estos temas desde un punto de vista existencial, o sea teniendo en cuenta las experiencias religiosas de hombres inteligentes y conscientes de si mismos, que dejaron sus testimonios escritos; y los considera biológica y psicológicamente como hechos de la historia individual.

James no se refiere al creyente religioso, practicante de una religión convencional adquirida por tradición, sino a las experiencias originales que pueden establecer un patrón.

Se trata de genios religiosos que en forma frecuente tienen también síntomas de inestabilidad nerviosa.

James era consciente que los líderes religiosos suelen tener experiencias psíquicas anormales, mostrar signos de sensibilidad emocional exaltada, sufrir estados melancólicos o tener una vida interior inarmónica.

Propensos a tener obsesiones e ideas fijas, con frecuencia entraban en éxtasis, oían voces, tenían visiones y sufrían toda clase de anormalidades, que podrían clasificarse como patológicas.

George Fox, el fundador de la religión cuáquera, descollaba por su sagacidad y nivel de espiritualidad. Nadie podía pensar que era un enfermo mental e incluso sus carceleros y jueces reconocían su poder superior.

No obstante, abundan los relatos sobre su vida que parecen confirmar un desequilibrio psíquico.

El criterio de la medicina es que los estados exaltados suelen deberse a una disposición orgánica, como la que provocaba las visiones a San Pablo, que se atribuían a una lesión del cortex occipital y a su epilepsia, las experiencias místicas de Santa Teresa que se consideraban producto de una histeria, la santidad de San Francisco de Asís, que entregó todos sus bienes a los pobres, y fue catalogado como un degenerado congénito o las revelaciones que tuvo George Fox, que pudieron ser producto de una patología del colon.

William James reconoce que casi todos nuestros procesos psicológicos tienen una base orgánica, tengan o no que ver con lo religioso.

Si consideramos que la experiencia religiosa es producto de una patología nerviosa ¿qué fundamento tenemos para no dudar que otras producciones intelectuales o teorías científicas también puedan estar relacionadas con funciones fisiológicas determinadas?

La mayoría de las obras maestras son indiscutibles, sin embargo cuanto más grande es el genio más grande parece ser la patología que sugiere.

Generalmente nadie cuestiona al genio intelectual o artístico, pero sí se pone en tela de juicio la salud mental de aquellos que tienen experiencias místicas o religiosas.

James sostiene que en el terreno religioso el juicio espiritual debería hacerse con independencia de sus autores y basarse solamente en nuestros conocimientos y necesidades morales.

A veces, sólo una mente imperfecta es capaz de captar las señales de la naturaleza.

En opinión del Dr. Mandsley, la prueba de una creencia es su funcionabilidad, y éste es el criterio empírico que aceptan los que incursionan en el campo de lo sobrenatural, porque como dice el refrán, el árbol se conoce por sus frutos y no por su raíz.

Santa Teresa afirmaba que una genuina visión celestial produce una mayor riqueza espiritual, una renovación de la fuerza corporal y un mejoramiento notable del estado de ánimo.

Según esta perspectiva, el impulso de religiosidad sólo hay que juzgarlo por sus resultados, sin tener en cuenta la posible morbilidad de su origen; porque la felicidad religiosa es felicidad pura y el éxtasis religioso es puro éxtasis.

Fuente: “Variedades de la Experiencia Religiosa”, William James.