Vida Nocturna



Corrientes es la avenida de Buenos Aires donde están los teatros más importantes; por eso le dicen la calle que nunca duerme.

Sin embargo, desde hace ya algunos años, durante la semana, los espectáculos empiezan y terminan más temprano y después de la una parece que no quedara nadie en el centro.

Pero no es así, porque la calle Corrientes y sus aledañas, así como otras calles de la ciudad, salvo excepciones, se convierten a la madrugada en una gran fuente de recursos para todo desposeído que viva de la caridad y del rebusque.

A esa hora es cuando surge un mundo surrealista, cartoneros haciendo su ronda en busca de papeles; trasnochados, mendigos, extraviados, drogados y borrachos que se resisten a abandonar la botella hasta terminar tirados en un rincón durmiendo sus penas.

Turistas aventureros que creen que Buenos Aires es la de antes, circulan despreocupados y todos aquellos amantes de la vida nocturna que no quieren enterarse de las estadísticas sobre los asaltos.

Todo esa gente vaga en la noche tranquila, siempre que no se arme alguna trifulca entre los que duermen en la calle, generalmente por pavadas, como pelear por un lugar preferido en la vereda, por el robo de unas pocas pertenencias, por un cigarrillo o simplemente por cualquier excusa que les sirva para descargar la bronca que tienen guardada por tantas otras cosas.

Las leyes de la noche de toda esa gente aislada que ha descubierto y vive en un mundo distinto, son diferentes e incomprensibles para los que acostumbran a circular habitualmente entre las sombras.

Es allí donde los indigentes parecen estar viviendo a sus anchas sin grandes problemas, confiando en la solidaridad de la gente que no les hace faltar nada, ni comida, ni un colchón o un abrigo si hace frío; porque la ayuda es mucha, a tal punto que algunos aseguran que sólo piden limosna para los vicios.

Es difícil creer, pero en general, a pesar del aspecto desaliñado y sucio que tienen, parecen gozar de buena salud aunque abunden sus estrecheces y sea evidente su condición de carecientes.

Cuando terminan lastimados, a veces por accidentes y otras por inciertos incidentes con arma blanca, el personal de las ambulancias afirma que la mayoría no quiere ir al hospital, a pesar de que a veces tienen golpes bastante serios. En esos casos les hacen firmar un papel en el que queda asentado que bajo su responsabilidad, no quieren ser internados.

La gente de la noche, los que han hecho de las calles de la ciudad su habitat cotidiano, la que vemos a diario de día a toda hora durmiendo en algún rincón; revive a la madrugada en busca de su sustento, de una cara conocida que igual que él marche hacia la aventura y a la búsqueda de alguien que le de de comer o que le tire unos pesos para engañar el estómago antes de que amanezca.

La noche en una gran ciudad es el refugio de muchos sobrevivientes de ese otro mundo que vive de día, que ellos parece no querer compartir, prefiriendo ocupar otro escenario y brindar el espectáculo de los que se atreven a vivir de una manera diferente.

Seguir a un patrullero en la noche en una gran ciudad, suele ser una aventura dantesca; accidentes de tránsito, choques de autos, peleas encarnizadas de barrio, de vieja data, que se actualizan periódicamente para dar rienda suelta a mucha bronca que todos suelen tener por alguna otra cosa pendiente.

La noche es cuando están todos en casa y tienen tiempo para ocuparse en reavivar viejos rencores con sus vecinos con cualquier excusa; y como los chicos, las mujeres se agarran de los pelos, mientras los hombres, como en la edad de piedra se tiran lo que encuentran que sea contundente y arremeten a las patadas contra las puertas de las casas de sus oponentes hasta destrozarlas, creando nuevos motivos para continuar manteniendo la hostilidad entre ellos; hasta que se oye un disparo y llega la policía que trata de poner orden amenazándolos con detenerlos y llevarlos a la comisaría.

No todos son desposeídos los que se arriesgan todos los días viviendo en la calle, algunos cobran pensiones y hasta tienen sus casas, sólo se quedan en la semana en el centro para no tener que viajar todos los días para ganar su sustento.

En ese sub mundo conviven mendigos, ingenuos, cartoneros, poetas, locos y depresivos que en ese ámbito no tienen que probar nada, que seguramente se cansaron del sistema y decidieron abandonar todo.

Sin duda, sus vidas también tengan un sentido y no sean tan terribles ni diferentes a las nuestras, como nosotros creemos.

Fuente: programa periodístico de Canal 13 de Buenos Aires.