Quiero hacer todo bien



Cuando la vida se transforma en un campo de batalla donde se lucha por vencer o morir, y las personas se valoran sólo por lo que hacen, se vuelven perfeccionistas y se obligan a hacer todo bien sin permitirse jamás equivocarse, se están estableciendo las bases para perder la salud mental.
A estas personas, los errores les producen pérdida de la autoestima, porque dependen de lo que producen para valorarse, pero al mismo tiempo están insatisfechas porque se sienten aisladas y solas aunque estén acompañadas.
Esta obsesión por destacarse en lo que hacen les genera ansiedad, sin embargo no pueden evitar exigirse cada vez más.
La clave es aceptarse a si mismo sin condiciones, sin necesidad de cumplir con ningún mandato, ninguna exigencia ni ninguna creencia, ya que no es necesario mostrarse competente para quererse bien.
Aceptarse en forma incondicional, como uno es, es haber aprendido a disfrutar del hecho de estar vivo y de seguir creciendo.
Somos seres humanos y por lo tanto imperfectos, de nada nos sirve intentar ser un superhombre o una mujer maravilla para querernos o para que nos quieran.
Además, no hay nadie más desagradable que alguien que se cree perfecto y que pretende hacer todo bien.
El perfeccionismo y la obsesión por destacarse y hacer todo bien es un patrón de pensamiento aprendido que nos traumatizó en la infancia y que lo hemos incorporado a nuestra identidad.
Dar lo mejor de si mismo no es lo mismo que ser perfeccionista, porque la perfección se relaciona con lo que se cree que se debe hacer y no con lo que uno realmente es.
La entrega personal tiene un significado más humano y es mejor recibida, nos permite ser más creativos con menos ansiedad y esfuerzo y sin necesidad de gastar tanta energía.
Sólo se pueden destacar auténticamente los que se atreven a ser quienes realmente son.