Gente sin techo


Día a día se van sumando más integrantes al nutrido ejército de personas que dan el triste espectáculo de vivir en las calles.

Las estadísticas informan que una gran parte que está en esa condición sufre alguna patología mental y ha huído de sus casas.

No todos los que duermen en la calle carecen de hogar, muchos lo abandonan cuando la convivencia se hace imposible, cuando hay violencia, abuso, violaciones y no se puede soportar más esa situación. De modo que no se trata esencialmente de un problema económico solamente sino de un problema social.

En cuanto a los familiares de enfermos mentales, lamentablemente no quieren saber nada de ellos, porque les resulta difícil hacerse cargo, ya que por lo general son personas que se niegan a tomar la medicación y les hacen la vida imposible.

Lo cierto que paseando por la vereda del Jardín Botánico constaté que los bancos destinados a los que desean descansar después de un paseo por ese lindo lugar, están siendo ocupados por personas sin techo con todos sus enseres domésticos.

El primero de ellos, se instaló en el banco de la vereda del Jardín Botánico sobre la avenida Santa Fe, e inauguró su propio domicilio particular hace ya bastante tiempo, pero desde hace unos días otro como él está intentando hacer lo mismo a pocos metros, reuniendo lo que puede para poder hacer más placentera su estadía.

Sé que existen equipos de asistentes sociales que se interiorizan de la situación de esta gente, pero también me he enterado que por lo general se niegan a abandonar esos lugares.

Creo que la situación apremiante de la gente que ocupa las veredas, es por demás suficiente como para tomar medidas más efectivas que brinden una solución.

En primer lugar, sería importante que se tratara de averiguar los antecedentes de esas personas, cuál es su verdader condición, si tienen hogares donde recurrir, si están enfermos, si toman la medicación en el caso de sufrir patologías psiquiátricas, porque hasta pueden resultar peligrosos para los que circulan a su alrededor.

Es necesario proporcionarles un espacio físico donde vivir dignamente cuando son personas que verdaderamente no tienen dónde ir, dónde dormir, ni dónde higienizarse, ni tampoco dónde ir al baño.

Esas personas se arreglan en cualquier lugar protegido que encuentran, de modo que probablemente se podrían satisfacer sus necesidades sin inversiones de gran envergadura.

Debe crearse un lugar para ellos e intentar reinsertarlos a la sociedad en la medida de lo posible atendiendo cada caso en particular y no con medidas generales que no aportan soluciones prácticas.

Sabemos que hay gente viviendo en las calles en casi todos los países del mundo, por muchas razones, pero particularmente en el nuestro es una práctica que se está extendiendo sin que ninguna autoridad pertinente tome alguna medida al respecto.

Los espacios públicos son públicos no privados, sin embargo, estamos presenciando una ocupación insidiosa de cada vez más gente que se adueña de las calles con toda libertad y no se percibe que ninguna autoridad competente esté haciendo gran cosa.

La práctica de dormir en las calles fue favorecida por los cartoneros, quienes adquirieron el hábito de quedarse a dormir en el centro, durante la semana, para no tener que viajar a sus hogares.

Esto es un hecho, porque gran parte de esas personas que viven en la calle, desaparece los fines de semana.

Todavía continúa esa práctica, que resulta más cómoda y hasta más fresca, que tener que viajar a lugares distantes.

Es necesario que los funcionarios que tienen a su cargo este problema sepan qué es lo que hacen otros países más avanzados en estos casos y traten de buscar soluciones adaptándolas a nuestras necesidades y posibilidades.

Es una oportunidad para desplegar la creatividad, pensar qué se puede hacer por ellos, dejar de manejarse como autómatas continuando con soluciones que ya no sirven y resolver este problema con una nueva perspectiva, y desde un nivel más alto.