La Virtud




La virtud es una palabra en desuso, porque en la actualidad ni se practica ni se valora.

Ahora se usa más la eficiencia o la eficacia que tiene más que ver con los resultados prácticos.

Virtud significa la fuerza que dignifica a un ser humano y que lo conduce a la excelencia.

Investigadores liderados por Martin Seligman, se dedicaron a estudiar las principales culturas, religiones, morales y filosofías para tratar de rescatar las virtudes esenciales que caracterizan a la excelencia humana.

Estos estudiosos descubrieron que las virtudes más apreciadas en todas las sociedades son: la prudencia, la valentía, el amor, la justicia, la templanza y la espiritualidad.

La prudencia es la sabiduría, aplicada a orientar la vida. Representa el fin último del saber práctico, la posibilidad de poder evaluar la realidad tal cual es, de disfrutarla, de tomar decisiones correctas y de ser capaces de hacernos cargo de ellas.

La prudencia no es ser timorato o miedoso, implica tener un buen criterio de los riesgos y evitar pasos impulsivos o falsos para satisfacer deseos inmediatos.

El prudente habla poco y dice lo justo, está siempre atento, puede reflexionar antes de actuar, no se apura, tiene paciencia, es cauto, tiene tacto y respeto por el otro.

La valentía es la capacidad de enfrentar las cosas aunque produzcan temor. Es estar dispuesto a ganar y a perder, es avanzar siempre y nunca retroceder. El que es valiente es un héroe.

El amor es la vida, es todo y sin amor no somos nada.

La justicia es la que se lleva en el alma y en el corazón, y no la del código civil, que apenas es una caricatura de la verdadera y puede estar al servicio de los pícaros.

La templanza es la madurez, la sensatez, el juicio, el buen discernimiento.

La espiritualidad es la principal virtud que nos permite trascender después de la muerte a una dimensión superior.

Practiquemos estas virtudes y tratemos de ser prudentes, valientes, amorosos y justos, practicar la templanza y desarrollar el espíritu