El amor según grandes pensadores





El amor es uno de los misterios de la vida, del cual apenas se puede formular alguna hipótesis en función a la experiencia que tenga cada uno.

Sin embargo, también es un tema que ha preocupado a grandes pensadores, que ha motivado a famosos escritores y que ha creado en muchos la idea de que es la argamasa que mantiene unida a la humanidad, a pesar de las grandes diferencias que existen.

San Agustín, que vivió en el siglo IV después de Cristo, consideraba miserable al ánimo de todo aquel que se encuentra esclavo por el amor de una persona o por las cosas temporales, porque cuando las pierde se atormenta y aflige y entonces puede sentir su miseria, por haber amado a lo que es mortal como si fuera inmortal.

Una vez que San Agustín pudo vencer la atadura de la carne, pudo comprender que el amor a Dios siempre está antes que cualquier otro amor; porque el que ama a Dios por sobre todas las cosas, puede darle la justa importancia que éstas tienen.

Para Descartes, (1596-1650), los lugares clásicos que ocupan las pasiones y el pensamiento, no son ni el corazón ni el cerebro, sino la pequeña glándula pineal, que es donde se unen y se filtran todas las percepciones sensibles que llegan al alma y que permiten el movimiento hacia o en contra de ellas.

Cuando algo se presenta como bueno para la persona, o sea conveniente, hace que le tenga amor, pero cuando es algo perjudicial le produce odio, porque lo bueno le proporciona alegría mientras lo malo le da tristeza.

Para Jean Paul Sartre (1905-1980), el amor es una pasión inútil, porque cada persona es un ser libre y el otro es un obstáculo para ejercer su libertad. El otro, nos cosifica, nos convierte en un objeto.

Para Sigmund Freud, el amor se puede manifestar cuando se produce la confluencia de la sensualidad y de la ternura, o sea cuando el individuo termina su desarrollo psicosexual, comienza su etapa genital , supera el complejo de Edipo, y puede desear y amar a la misma mujer.

Ortega y Gasset sobre el amor nos dice que afirmar que el hombre es un ser racional y libre no es un concepto del todo verdadero, porque es verdad que potencialmente poseemos razón y libertad pero nuestra interioridad no es ni racional ni libre.





La conciencia del hombre está oculta detrás de un telón, por eso los psicólogos tienen que bucear a través de él para llegar a conocerlo.

Por esta razón el amor es engaño y falsedad y no un sentimiento auténtico. La persona que se ama revela la intimidad más profunda, la concepción que se tiene del universo y el tipo de vida a la que alguien se adscribe.

El amor es elección, y los principios de selección surgen de la profundidad anímica que son las que dictan las preferencias más arcanas e íntimas que forman la personalidad.

La belleza que atrae casi nunca coincide con la belleza que enamora, o sea que ésta no se rige por un patrón general de lo que se considera bello, sino por algunos rasgos particulares que no siempre son visibles a simple vista.

Por eso el amor verdadero no se agota con los años, porque se sigue viendo al otro como esencialmente es y no por su apariencia objetiva, y porque se nutre más de lo monótono y de la confirmación de ser amado más que por frases o actitudes ingeniosas.

Ortega y Gasset continúa diciendo que el fervor público que inspiran las mujeres objetivamente bellas, pocas veces se manifiesta en el ámbito privado, porque se las admira pero no se las puede amar, principalmente porque generalmente es imposible la proximidad.

Agrega que las imperfecciones físicas no son un obstáculo para el amor, porque amar a alguien es decidirse por un tipo de persona que atrae la mirada porque transmite todo un conjunto de atributos de una personalidad que corresponde a un ideal abstracto.

Hay personas que aman una vez en la vida, pero también hay otras que a lo largo de su vida han tenido varios amores, aunque para elegir pareja todos suelen repetir el mismo patrón.