Alimentar y amar al niño



La madre que amamanta a su hijo no le brinda solamente alimento, le da amor, que es mucho más importante que la leche materna.

Se ha comprobado que niños alimentados en forma artificial, con los mejores productos alimenticios y las vitaminas más nutritivas, pero que no tienen contacto humano alguno, dejan de crecer y mueren.

Durante la segunda guerra mundial se pudo comprobar en los hospitales, que los niños pequeños huérfanos, al poco tiempo, aún suministrándolos los máximos cuidados, se morían.

De esa forma se dieron cuenta que los niños para vivir necesitan del calor humano, de las caricias, de los abrazos, de alguien al lado con quien tener contacto, de modo que se instruyó a las personas que atendían a los niños debían permanecer por lo menos cinco minutos con ellos, tocarlos, acariciarlos y abrazarlos, e inmediatamente, como se suponía, cesaron los fallecimientos y comenzaron a crecer saludables.

Los experimentos continuaron y todos dieron el mismo resultado, el contacto físico era tan necesario como el alimento para poder seguir viviendo.

Los niños, desde que nacen, asocian el alimento con el amor y si una madre no disfruta alimentando a su hijo, él no se sentirá amado ni deseado y será desconfiado, inseguro, y de esa misma forma percibirá el mundo.

Cuando una madre es feliz alimentando a su hijo, éste nunca comerá demasiado, porque sabrá que su madre está pendiente de él y que su necesidad será satisfecha; será un niño sano, ni gordo ni delgado, y toda su vida estará en perfecto equilibrio.

Cuando un niño está tenso es probable que se chupe el dedo, porque succionar su pulgar le proporciona el mismo placer que le da el pecho, aunque no le proporcione leche.

Cuando crezca y no pueda más chuparse el dedo en público, entonces le gustará chupar caramelos y otros dulces; y cuando ya sea mayor recurrirá al cigarrillo o a la bebida.

En los países donde la mayoría de las madres no le dan el pecho a sus hijos está comprobado que la gente fuma más y eso es cierto; porque es en Occidente donde la cultura propicia el culto al cuerpo y las mujeres no quieren que se les deformen los pechos.

En esos países, fuman hasta los niños pequeños; en cambio en comunidades menos desarrolladas las madres dan de mamar a sus hijos, a veces durante varios años.

A la mayoría de los niños, en los países más avanzados, a los niños se les retira el pecho en forma prematura. ¿Será por eso que los hombres se obsesionan con los pechos de las mujeres?.

Cuando los padres están demasiado ocupados como para brindar a sus hijos la atención y el afecto que necesitan, suelen preocuparse demasiado en sobre alimentarlos, creándoles la necesidad de comer cuando en realidad lo que necesitan es sentirse amados.

Cada bebé es diferente, algunos necesitan comer cada tres horas y otros cada cuatro horas, pero a algunas madres les parece que cuatro horas es mucho tiempo para que esté sin comer y le insisten para que coma antes, cuando seguramente no tiene hambre; y si se duerme, entonces lo despiertan para que coma, alterando nuevamente su ritmo biológico.

Sin querer ni saber, son los padres los que fomentan la ansiedad y la obesidad en sus hijos así como todas sus adicciones.

Desde la infancia nos han acostumbrado a ser esclavos del reloj en lugar de escuchar al cuerpo, y así, hemos perdido toda conexión con él, tratando de que funcione como una máquina, o sea, cuando las circunstancias lo permiten, cuando los otros nos dejan o cuando es la hora, pero menos cuando el cuerpo quiere.

Fuente: “El libro del Niño”; Biblioteca Osho.