La Voluntad



La voluntad se aprende en la niñez. Para los hijos, más importante que otros aprendizajes es aprender a tener voluntad para querer ser o hacer; ser responsable, ser ordenado, ser buena persona, querer aprender, estudiar, saber, cumplir con las obligaciones.

La voluntad es el motor de la motivación, la fortaleza que sostiene nuestros propósitos a pesar de los obstáculos.

La voluntad se cultiva en los hijos desde pequeños, siendo los primeros ocho años cruciales, o sea cuando se incorporan los buenos hábitos y los valores.

Como cualquier otro aprendizaje, la voluntad se enseña principalmente con el ejemplo que dan los padres.

Educar la voluntad significa enseñarles a los hijos a ser optimistas y positivos, a tener motivaciones, a perseverar para conseguir los propósitos, a tener confianza en ellos mismos mediante el reconocimiento de su potencial y de sus logros.

Cada hijo es diferente, distinto es su esquema corporal, su modo de ser y su carácter; y evaluar esas diferencias permitirá una mejor educación de su voluntad.

Según los expertos en esta materia, cada aprendizaje se adquiere con mayor facilidad en la etapa adecuada del desarrollo.

Por ejemplo, el orden se aprende mejor desde el primero a los tres años; la obediencia de los tres a los seis años; la generosidad de los seis a los nueve 9 años; la laboriosidad de los nueve a los doce años; la solidaridad de los doce a los quince años y la lealtad de los quince a los dieciocho años.

Cuando los hijos entran en la adolescencia ya tienen que tener incorporados todos estos valores desde su infancia, porque cuando ya son grandes será inútil pretender que escuchen a sus padres.

Cuando estas enseñanzas son incorporadas en la niñez, quedan grabadas en la identidad para siempre y ya no será necesaria la presencia de los padres para que esa persona se sepa comportar en cualquier circunstancia. Porque más que saber el comportamiento correcto en un momento dado, lo que más importa es adquirir el deseo de hacer lo correcto.

En la escuela, el niño se enfrenta a un nuevo orden de cosas que difiere significativamente al de su hogar, de modo que se verá obligado a discriminar que es lo que está bien y qué es lo que está mal sin la presencia de sus padres.

Pero si ha aprendido en su casa a tener voluntad de hacer las cosas bien, no tendrá dudas ni se sentirá confundido, confiará en su propio criterio y siempre sabrá qué es lo mejor para él.
Malena

Fuente: Psicología Positiva; No.25; “Educar la voluntad de nuestros hijos”.