El Duelo crónico


La muerte de alguien muy cercano puede ser devastadora, imposible de aceptar y llegar a convertirse en un duelo crónico.

Es difícil quedarse solo cuando se ha compartido la vida con otro, ver su silla vacía, su ausencia en la cama, tener que soportar la falta de su presencia cotidiana.

Un duelo implica aceptar un cambio en la forma de vida y tomar la decisión de empezar de nuevo sin esa persona; porque de esto depende su posibilidad de seguir viviendo.

Es normal estar triste por el fallecimiento de una persona querida, llorar desconsoladamente, negarse a creer que ha desaparecido para siempre y estar furioso por esa pérdida, pero el duelo crónico es diferente.

En estos casos, el deudo no se conforma con la situación y extraña a la persona fallecida todos los días, piensa siempre en ella, se siente vacío, sin esperanzas, invadido por los recuerdos y por los sentimientos de culpa, abrumado por una visión amarga de la realidad y empeñado en seguir viviendo como si esa persona aún estuviese viva, porque no puede imaginarse un futuro sin ese ser querido.

Puede sentirse abrumado por pensamientos tenebrosos de disgusto por la vida que no lo dejan dormir ni concentrarse, que le hacen perder toda motivación y las ganas de comer, sufrir taquicardias y aumentar el riesgo de padecer un infarto.

En la Escuela Médica de la Universidad de Harvard, el equipo de trabajo de Holly Prigerson, descubrió en 2007 que las personas que sufrían de duelo crónico tenían más probabilidades de desarrollar cáncer, hipertensión y enfermedades cardiacas, dentro de los dos años posteriores al suceso, comparadas con quienes habían podido superar este proceso.

Tan letal es el efecto negativo sobre la salud que provoca el duelo crónico que en 2009 algunos investigadores propusieron incluirlo en la clasificación de trastornos psicológicos de la Organización Mundial de la Salud y de la Asociación Americana de Psiquiatría, porque hasta ahora, este estado emocional se diagnosticaba como un trastorno desadaptativo.

Los síntomas de este desequilibrio emocional son diferentes a los de la depresión y a los de los trastornos post traumáticos, porque la característica más destacada del duelo crónico se manifiesta particularmente como una nostalgia torturadora, la misma que suelen experimentar quienes logran superar normalmente este doloroso trance, pero en forma más leve.

Se puede predecir la forma en que una persona enfrentará un duelo, según el grado de dependencia que haya tenido en esa relación y también por cómo han sido sus experiencias de desapego en la infancia.

Los individuos que piensan que tal vez podían haber hecho algo más para evitar esa pérdida o que cavilan demasiado sobre las causas que provocaron la muerte son los que sufren el mayor riesgo de que su duelo se haga crónico; en tanto que aquellos que consideran al duelo un proceso normal, encuentran un alivio más rápido.

Pero son las personas que ocultan sus emociones y que reprimen los recuerdos las que tienen mayores dificultades para integrar esa muerte a su historia personal.

Para diagnosticar el duelo crónico existen los siguientes criterios:

- Nostalgia por la persona desaparecida y sufrimiento por no verla más.
- Falta de consuelo, abatimiento, confusión
- Despecho, ira
- Debilitamiento emocional
- Sensación de vacío y falta de sentido de la vida
- Desconfianza en los demás
- Falta de aceptación de la realidad
- Evitación de todo lo que concierne al fallecido
- Problemas para volver a empezar
- Inseguridad sobre la propia autoestima

Siempre lo mejor será reconocer el desconsuelo y expresar las necesidades y la sensación de impotencia pero sin dejar de tomar las decisiones que se necesiten.

Los efectos del duelo no se pueden evitar, por lo menos durante un año, porque es un proceso necesario, por eso, no es aconsejable realizar un tratamiento terapéutico antes de ese tiempo.

Malena

“Mente y Cerebro”; “Investigación y Ciencia”; “Duelo”; Christiane Gelitz, psicóloga y redactora de la edición alemana de “Mente y Cerebro”.