La Pareja Feliz es Posible


Vivir en pareja no es fácil, porque se trata de dos personas diferentes que desean ser libres pero que a la vez quieren conciliar intereses y objetivos distintos. Sin embargo lograr mantener la armonía entre ellos, aún siendo de caracteres opuestos, es posible.

Una relación estable suele durar el tiempo suficiente como para que ambos integrantes de una pareja se conozcan bien, sepan sus gustos y sus proyectos, descubran su carácter en la intimidad, la forma en que piensan y cómo ven la vida; y aunque el otro siempre permanezca siendo un misterio en algún aspecto, lo más importante se va destilando a lo largo de los años de convivencia, revelando la mayor parte de lo que constituye su personalidad.

Se puede llegar a saber con exactitud qué es lo que le molesta al otro y qué lo que le gusta, características que no siempre coinciden en una pareja, no obstante, la mayoría, cuando establece una relación, lo primero que se propone consciente o inconscientemente, es cambiar al otro para que sea como desea y casi nunca está dispuesta a aceptarlo como es.

El problema es que toda relación se idealiza cuando no se logran dominar las emociones, percibiendo del otro lo que se quiere ver y no lo que no coincide con los propios parámetros. Pero una vez que conviven, esa percepción distorsionada se aclara y es entonces cuando se descubren todos los defectos, que no se pueden tolerar.

Por eso es tan importante pensar con la cabeza y no dejarse llevar solamente por el corazón, cuando dos personas se sienten atraídas por alguien; darse la oportunidad para conocerse bien y saber que es bastante difícil ocultar ciertos comportamientos no deseados por mucho tiempo y que tarde o temprano surgirán, dejando al descubierto otras facetas no visibles que es saludable conocer, para no lamentarlo después.

Una vez establecida la relación, los primeros meses serán de luna de miel, etapa en la que aún no podrán percibir otra cosa que no sea lo que desean ver. Pero pasado este tiempo, la pasión que obnubilaba la percepción, se va atenuando, permitiendo a ambos una visión más real y atreverse a mostrarse más como son.

El verdadero amor es el que se siente por alguien que no obliga a fingir y que hace sentir cómodo; sin embargo, pasada la luna de miel, comenzará inevitablemente la lucha por el poder que es lo que permitirá definir finalmente los roles. Pero esta lucha, en la mayoría de los casos, no termina nunca, principalmente cuando representa la intención de que haya uno que domine y el otro que se someta.

Los roles en una pareja no implican ni sumisión ni dominación, sino la decisión compartida de repartirse las tareas del hogar según lo que cada uno pueda acceder hacer para que las cosas funcionen y no se produzca el caos.

Cuando no hay coincidencias, lo mejor es negociar. Negociar significa ceder lo que se está dispuesto a renunciar para obtener lo que se considera no negociable.

Después de la luna de miel, a las relaciones las desgastan las discusiones estériles que no conducen a ningún lado y que dejan una secuela de rencor y resentimiento.

En toda discusión hay que saber hasta dónde llegar y tener paciencia para que no se corte la comunicación. Es mucho mejor hablar de los problemas en frío, antes de que se produzca el conflicto, no perder el sentido del humor, ser generoso y no mezquino, saber disculparse cuando se reconocen los errores, y perdonar todo antes de ir a la cama.

Un ambiente armónico creado a través de los años mediante una infinidad de actos cotidianos, con el compromiso de hacer lo mejor para que no haya roces inútiles, permite mantener el amor en una pareja, basado en la confianza, la comprensión y el conocimiento mutuo.

En toda relación de pareja existen obstáculos, momentos que hacen dudar de los sentimientos y ser pesimista sobre su futuro. Sin embargo, los obstáculos pueden ser posibilidades necesarias de cambio para poder seguir estando juntos y pueden servir para fortalecer a la pareja.

A veces, se hace difícil ver la solución de un problema y no se sabe qué hacer. En esos casos, lo mejor es no hacer nada y esperar, porque puede no ser el momento adecuado para actuar. Tal vez, más adelante podrían cambiar las circunstancias y sin intervenir, quedar resuelto el conflicto.

Malena

Fuente: “100 secretos de las parejas felices”; David Niven, psicólogo.