El Optimismo


Ser optimista ¿se nace o se hace?

Existe un temperamento básico innato que es el modo de percibir las experiencias y la influencia del ambiente que es el que forja nuestro carácter. De esta combinación se forma la personalidad, que puede ser más o menos optimista en función al resultado que registren esas dos variables.

Pero además, existe la voluntad de ser y de hacer, fuerza que orienta la capacidad para proyectarse en el mundo y la posibilidad de realizarse como persona y de participar en la sociedad; anhelos que según los expertos tienen mayores probabilidades de cumplirse si se logra desarrollar una perspectiva optimista.

Los científicos opinan a la luz de muchos años de investigación, que el optimismo disminuye la posibilidad de sufrir un infarto, que previene enfermedades y favorece la cura, que mejora los vínculos, que reduce el estrés; que conduce a la superación personal y que ayuda a hacer buenos negocios.

Aunque nadie está exento de sufrir malas rachas, a la hora de hacer balance, el optimista siempre registra un saldo positivo.

Un optimista confía en sí mismo y está dispuesto a superar cualquier adversidad, cultiva la esperanza y se entrega, poniendo todo su empeño y lo mejor de sí mismo en todo lo que emprende; y esa actitud le brinda una mejor calidad de vida y le permite vivir más años; porque tanto la ciencia como el mundo de los negocios han descubierto que el optimismo es la llave de la salud y del éxito.

Según un artículo publicado en la revista Stroke, Eric Kim, investigador de la Universidad de Michigan demostró que tener una perspectiva positiva de la vida hasta puede prevenir accidentes cerebros vasculares.

El optimismo influye en el organismo en forma positiva, tanto como la depresión lo hace en sentido inverso.

El Dr. Carlos Logatt Grabner, experto en ciencias y neurociencias aplicadas al desarrollo humano, explica que el optimismo se traduce en el cerebro como un flujo de dopamina que baña los lóbulos prefrontales haciendo que la visión del mundo se transforme en positiva.

Para este científico la base orgánica del optimismo es hereditaria pero reconoce que también se aprende y se puede enseñar; porque las experiencias siempre pueden tener una doble lectura y brindar la posibilidad de modificar y reasignar una nueva evaluación a los hechos.

El optimismo es una elección de vida, es ser capaz de creer que todo es posible, de perseverar, de confiar en sí mismo, de no abandonar la búsqueda de caminos alternativos para conseguir los objetivos.

Para los optimistas la adversidad es pasajera, considerándola un retroceso necesario para aprender y recobrar nuevo impulso. No permiten que una circunstancia negativa invada toda la vida anímica sino que la circunscriben al área que pertenece, disociándola del resto, para poder enfocar la atención con mayor precisión y transformar la situación en positiva, identificando los factores externos que la producen.

El optimista no se siente culpable frente a la adversidad sino responsable, con plena fortaleza para responder.

Enseñar optimismo es un buen negocio ya que es infinito el aporte de escritores, de productores de programas de radio y televisión y de redactores de artículos en revistas y en la prensa escrita, que despliegan toda su creatividad para transmitir el arte de ser optimistas; y que tienen éxito porque son optimistas.

La imaginación tiene el poder de realizar todos los sueños de modo que si piensas con optimismo se cumplirán todos tus deseos.

Malena

Fuente: “LNR”; Junio/2012; “Optimismo: un buen negocio”; Eduardo Chaktoura.