La Lujuria


Por lo general, la lujuria es una emoción que se relaciona con los excesos en la sexualidad o sea que suele ser entendida como un apetito desmesurado de placeres sexuales, sin embargo, la lujuria también se define como la apetencia o deseo exagerado e incontrolable de cualquier otra cosa.

Lujuria significa abundancia, exuberancia, por lo tanto puede referirse a cualquier otro exceso, aparte del deseo desordenado y compulsivo del sexo. De modo que somos lujuriosos si nos dejamos llevar por nuestros impulsos más allá de lo que es saludable.

La conciencia moral es la que nos permite controlar nuestras emociones en función de nuestra forma personal de ver el mundo y de nuestros valores.

Mientras la lascivia se circunscribe a los placeres sexuales, la falta de control con respecto a otros placeres, como comprar cosas innecesarias, acumular objetos o dinero, beber o comer excesivamente o dejarse llevar por cualquier otra adicción, representan formas de ser y definen una personalidad lujuriosa.

La lujuria nos puede llevar a zonas peligrosas, a correr serios riesgos innecesarios, a adquirir enfermedades y hasta nos puede matar. Revela falta de carácter y escasa fortaleza para no dejarse vencer por necesidades ficticias que ni siquiera son reales.

Más que placer, lo que se busca con los actos lujuriosos es calmar la ansiedad, que no es más que la preocupación exacerbada por el futuro y el miedo a la muerte.

Tener muchas cosas puede darle a muchos, sensación de seguridad y la vana ilusión de permanencia, pero también les sirve a quienes creen que el ser es el tener y que cuanto más tengan más valorados pueden ser.

El arte de disfrutar de los placeres de la vida no pasa por vivir experiencias límite, sino por poder apreciar el verdadero valor que tienen todas las cosas; porque no se trata de vivir para tener lo que se quiere sino de querer y saber valorar lo que se tiene.

Vivir pendiente de los deseos y concretarlos con lujuria, es un estilo de ser, es elegir no saborear la vida sino devorarla de un solo trago, es aceptar ser esclavo de los instintos, es perder la libertad a cada momento.

Con los años, se adquiere la sabiduría de ir desprendiéndonos de las cosas; cuando nos damos cuenta que no es rico el que necesita tanto sino el que cada vez necesita menos.

La madurez no enseña a arreglarnos con poco, con sólo lo justo y necesario; porque recién se puede tomar conciencia que de esa forma se puede ser libre como los pájaros.

Ligero de equipaje, sin ataduras, sin mochilas pesadas que cargar, sólo con lo puesto es lo que todos nos vamos a llevar de este mundo sin excepción y sin importar quiénes hemos sido.

Creemos necesitar tanto pero en realidad lo que creemos necesitar es efímero, insustancial, porque a nadie le sirve al final tener una tumba más cómoda y porque lo más importante son los afectos.

Malena