Las Pesadillas



Alrededor del cuatro al ocho por ciento de personas en el mundo padece de pesadillas en forma cotidiana;  y los temas más comunes que aterrorizan a estas personas son: sentirse perseguidas, caer desde gran altura, no poder llegar a una cita importante o a un examen, perder un tren o un avión.

El término deriva de la palabra “peso”, ya que antiguamente se adjudicaba la ocurrencia de una pesadilla  a la mala digestión,  que suele provocar sensación de opresión.

La pesadilla es uno de los trastornos del sueño que antiguamente se asociaba a seres demoníacos que aprovechaban la oscuridad de la noche para aparecer.

Aparecen en la fase del sueño MOR (movimientos oculares rápidos), que es el período en que los sueños se recuerdan mejor, cuando los músculos se paralizan, la respiración y la frecuencia cardiaca pierden su regularidad, los ojos se mueven constantemente y la actividad cerebral es muy parecida al estado de vigilia.

La sensación que se experimenta durante una pesadilla es angustiosa e intensa, oprime el pecho, agita la respiración y esa horrible experiencia interrumpe el sueño y hace que quien la padece se despierte en forma repentina, sobresaltado.

Las pesadillas suelen ser prolongadas y dejar recuerdos muy vívidos de amenazas a la supervivencia y a la propia seguridad o autoestima, debido a que durante ellas se activan las mismas zonas cerebrales que corresponden a la misma experiencia durante la vigilia.

Los individuos retraídos, inseguros, muy sensibles o ansiosos son los que en mayor medida sufren pesadillas.

No se conoce a ciencia cierta por qué se producen las pesadillas; pero según la teoría psicoanalítica, son el resultado de conflictos emocionales  inconscientes no resueltos,  y de deseos reprimidos que se revelan a través de ellas,  de manera simbólica.

Para la Psicología Cognitiva, las pesadillas son producto del estrés, de la ansiedad, de descargas espontáneas del cerebro o motivadas por recuerdos o preocupaciones vividas durante el día.

Otros afirman que las pesadillas tienen la función de ayudar al durmiente a superar los miedos más ancestrales.

Tomar ciertas precauciones antes de ir a la cama puede evitar tener pesadillas, como por ejemplo, comer con moderación, no tomar alcohol ni bebidas estimulantes y evitar situaciones de estrés, discusiones, peleas o estar concentrados en pensamientos negativos.

Aunque no existen estudios científicos que avalen el valor premonitorio de la pesadilla, algunos se atreven a reconocer,  que a lo largo de la historia se han registrado casos que apoyan esta hipótesis.

Abraham Lincoln, ex presidente de los Estados Unidos,  siendo mandatario, diez días antes de que lo mataran,  soñó que veía un cuerpo sin rostro dentro de un ataúd; y  cuando preguntó quién había fallecido le contestaron “el presidente fue asesinado”.

Borges, en una conferencia realizada en 1977 habló sobre las pesadillas y  sobre la idea de que es un demonio el que las causa,  a partir de la etimología de esta palabra en distintos idiomas.

Por ejemplo, para los griegos, la palabra pesadilla significa que es el demonio el que la inspira.

En alemán, quiere decir la opresión del elfo, lo que revela la misma idea simbólica de un demonio.

En cuanto a la lengua inglesa, la pesadilla significa la yegua de la noche y en francés tiene un significado similar que también sugiere una interpretación de origen demoníaco.

En cuanto a la explicación que da la Psicología sobre las pesadillas, Borges aclaró en esa conferencia, que sólo le producía disgusto y malestar.

En cuanto a lo que piensa él mismo sobre estos desagradables sueños terroríficos, se atreve a creer con toda ingenuidad y sinceridad que, la pesadilla no es simplemente una superstición sino que es posible que haya algo verdadero en la apreciación que hacen los distintos idiomas de este concepto.

Malena

Fuente: “Muy interesante”; No.290; “Terror en la cama”; Pablo Seoane.