El Kamasutra, consejos para hacer el amor - Psicología Malena Lede



Todos los días me escriben mujeres jóvenes diciendo que están un poco aburridas de sus parejas; y yo tengo que decirles a esas mujeres que son demasiado pacientes con sus novios, amantes o maridos, porque todos los hombres, casi sin excepción, terminan siendo no un poco aburridos sino muy aburridos.

Todo hombre se deleita repitiendo siempre el mismo ejercicio sexual, que por lo reiterativo y repetitivo llega a ser absurdo, y que se convierte en un juego divertido sólo para él, mientras no es raro que su mujer esté deseando que pasen rápido esos dos o tres minutos fatales para que se termine esa pesadilla.

Creo que las mujeres tienen demasiada paciencia con esos hombres con tan poca imaginación y tan pero tan aburridos.

Después de la segunda guerra mundial, estudios psicológicos, hicieron una encuesta para evaluar la edad mental de hombres elegidos al azar. Después de analizar los resultados, los investigadores arribaron a la misma conclusión: el mayor porcentaje de hombres registró una edad mental de doce o trece años.

Cuando los cristianos llegaron a la India, los orientales se dieron cuenta que esos hombres sólo practicaban una sola postura para hacer el amor: la mujer debajo y ellos arriba, postura llamada del misionero.

La India tiene una cultura muy antigua y se ha destacado en distintas ciencias, entre ellas la sexología.

El “Kamasutra”, es un libro que existe desde hace cinco mil años. Contiene ochenta y cuatro posiciones para hacer el amor para que la vida de las parejas no fuera tan aburrida.

Quien lo escribió, que era un gran meditador, pensó que hacer siempre lo mismo una y otra vez además de ser demasiado aburrido era poco inteligente; y que si cada hombre, con honestidad, se pudiera ver a sí mismo haciendo el amor, le daría la razón.

Pero la que se aburre más siempre es la mujer, porque cuando él termina ella recién empieza.

A pesar del “destape”, las mujeres todavía mantienen muchas inhibiciones culturales que les han inculcado desde niñas, entre otras cosas, no demostrar sus emociones, mantener la compostura, comportarse como una dama y no como una verdadera mujer.

Por esta razón, en materia sexual, todavía existen muchas mujeres que esperan que haga todo el hombre mientras ellas se quedan tendidas como muertas en la cama.

Esa actitud de rendición está revelando que no va a luchar para obtener placer porque sería inútil, porque ella ya sabe que su pareja seguirá tratando de liberar su energía sexual utilizando su cuerpo como una cosa, sin importarle demasiado lo que a ella le pase.

La habitación donde se hace el amor es un lugar sagrado porque es la fuente de la vida y el amor exige un preludio acompañado de muchos estímulos de todo tipo.

La mujer es capaz de tener múltiples orgasmos pero al hombre no le interesa demasiado saberlo porque a él sólo le importa el suyo, que con suerte es uno solo.

El cuerpo de la mujer es todo sexual y si esto es ignorado por el hombre, ella no podrá sentir lo que necesita, que todo su cuerpo vibre para alcanzar el éxtasis.

Osho dice en esta conferencia sobre el arte de amar, que al noventa y nueve por ciento de las mujeres les pasa lo mismo.

El hombre debería permanecer menos activo que la mujer para no llegar al orgasmo en dos minutos, que es lo que hace habitualmente, mantener los ojos cerrados para no inhibir a la mujer y dejar que ella sea la activa, para que se pueda comportar como una verdadera mujer y para que él también pueda disfrutar de sus múltiples orgasmos.

Si el hombre logra hacer esto podrá conquistar a cualquier mujer, si en cambio se sigue comportando como hasta ahora, se ofenderá si su mujer le dice algo, le echará la culpa a ella, y seguirá siempre igual transformándose en un aburrido crónico.

Los hombres tienen mucha suerte porque las mujeres prefieren privarse de su satisfacción antes que decirles que como amantes son unos inútiles.

La excitación amorosa que se siente durante el estado de enamoramiento del primer momento, no dura mucho tiempo, porque la mujer suele ser más madura que el hombre y puede darse cuenta que su pareja, muchas veces, se comporta como un niño y que no le presta atención a lo que ella le sugiere porque no está dispuesto a reconocer que se equivoca y que sabe menos que ella y porque no desea que le arrebate el rol de ser el que manda.

No olvidemos que a los hombres los crían sus madres y que lo que en el fondo ellos esperan de una mujer es que no le exijan nada y que le brinden todo.

La verdadera felicidad de la pareja empieza cuando termina la excitación inicial y cuando ambos reconocen sus diferencias, se aceptan como son, pueden reconocer sus almas y entregarse sin condiciones mutuamente.

Malena.


Fuente: “Aprender a amar”; Osho.