Cuando no disfrutas lo que tienes - Psicología Malena Lede




Es habitual encontrarse con gente que se siente culpable por no poder disfrutar lo que tiene y por sentirse siempre insatisfecha.

Este sentimiento es común y por eso las personas no tienen por qué sentirse culpables, porque todos en distintos momentos de la vida y a medida que van cumpliendo con sus objetivos, como seres humanos que son, pueden llegar a sentir lo mismo.

Lograr las propias metas fortalece al yo y levanta la autoestima, pero al mismo tiempo obliga a enfrentarse a un nuevo desafío. Esta es la tragedia del hombre, la necesidad constante de trascenderse a sí mismo.

También se puede elegir el quietismo, o sea sólo estar atento y dispuesto y simplemente esperar que las cosas sucedan según lo que depara el destino, si es que se decide adoptar una forma de pensar oriental como filosofía de vida y se cree que existe para cada uno de nosotros un destino.

El pensamiento de Occidente es distinto. El destino no existe, somos nosotros quienes lo construimos con nuestras propias decisiones, si aprovechamos las oportunidades que nos brinda la vida.

Sin embargo, el hombre occidental pretende hacerse sólo y se puede dar el lujo de despreciar lo que desde el nacimiento la vida le ha ofrecido. Por eso se esfuerza en buscar otros horizontes, porque necesita saber si es capaz de lograr lo que desea por sí mismo.

Eso da lugar al culto al ego, que es lo que hace que las personas sean egocéntricas y las prive de la capacidad amar y de poder reconocer que el otro es tan indispensable como ellos mismos.

Hacer felices a otros es la aventura que sólo emprenden algunos elegidos, que son aquellos que se dan cuenta que esa es una de las claves para experimentar la plenitud; la otra clave es hacer lo que les gusta, lo que les sale bien sin esfuerzo, aquello que parecen haber nacido para hacerlo, sin compararse con otro, sólo comparándose con quienes podrían llegar a ser ellos mismos, si se dedicaran a eso.

¿Cómo saber qué es lo que les gusta? Lo que les gusta verdaderamente, es todo aquello que cuando lo están haciendo, pierden la noción del tiempo.

En vez de correr tras quimeras inalcanzables que no les pertenecen y que los llenan de frustración y amargura, es mejor bucear en la propia interioridad hasta llegar a encontrarse.

Para lograrlo, tienen que aprender a detener esa carrera desenfrenada que han emprendido y sentarse a meditar todos los días quince minutos.

Ese alto en el camino los volverá más sensibles, más lúcidos y más auténticos y les permitirá recuperar la capacidad de amar y la verdadera dignidad humana.

Malena