Vivir sin culpas - Psicología Malena Lede



La culpa es un sentimiento inútil porque es lo mismo que llorar por la leche derramada, nos ata al pasado, entorpece el desarrollo, malogra las experiencias y hace la vida miserable.

Lo que si es saludable desarrollar es el sentido de la responsabilidad, reflexionando antes de actuar y siendo capaces de responder por nuestros errores.

La culpa hostiga a las personas que tienen baja su autoestima y pensamientos negativos, porque se castigan haciéndose reproches, viven lamentándose de sus errores y de esa manera agotan toda su energía, lo que les impide seguir adelante y emprender nuevos desafíos.

¿Cómo hacemos para superar los sentimientos de culpa por lo que creemos que hicimos mal y que pudimos haber hecho mejor?

Todo lo que hemos hecho en el pasado es lo único que pudimos hacer en ese momento de la vida, porque por alguna razón no pudimos hacer otra cosa. Claro que si ahora nos volviera a suceder algo igual, seguramente actuaríamos diferente, pero las circunstancias son distintas, hemos cambiado, madurado, crecido, podemos ver los problemas desde otras perspectivas, tenemos más paciencia, pensamos más antes de actuar, podemos evaluar con más eficacia las consecuencias de nuestros actos.

De nada sirve arrepentirnos del pasado porque no se puede cambiar pero si podemos aprender de él para no cometer los mismos errores dos veces.

Lo que no podemos cambiar es mejor aceptarlo, perdonarnos por los eventuales daños que hemos causado y estar dispuestos en el presente a responsabilizarnos por nuestros actos.

El perdón nos ayuda a empezar de nuevo, porque la carga del pasado que nos empeñamos en seguir llevando a cuestas, no nos permite ni continuar normalmente con la vida ni tener paz interior.

Cuando logramos estar en equilibrio podemos tener más conciencia de qué somos capaces y cuáles son nuestros límites. Ese avance en el autoconocimiento nos permite ser más conscientes, más bondadosos con nosotros mismos y con los demás, menos omnipotentes y aceptar que no todo es posible y que no podemos satisfacer a todos.

En la vida todos hacemos lo que podemos y lo que nos dejan hacer; y tenemos el derecho de elegir hacer lo que más nos agrada y lo que nos parece mejor en un momento dado.

Podemos equivocarnos y pagar caros nuestros errores, pero de ellos aprendemos.

Somos perfectibles pero no perfectos y estamos siempre aprendiendo, acumulando experiencias, atesorando recuerdos y cada uno a su tiempo tiene la oportunidad de superar sus propios límites.

Somos humanos y tenemos nuestros condicionamientos. Sufrimos la fragmentación de la vida moderna que nos empuja al consumismo, pero al mismo tiempo estamos obligados a escuchar la voz de la conciencia.

Es difícil no enajenarse en una realidad perversa que puede obligarnos a hacer lo que no queremos, pensar una cosa, decir otra y hacer otra y luego vivir amargados con la culpa.

Es tiempo de recobrar la razón en un mundo sin razón, perdonarnos y perdonar y recuperar la buena senda en un camino sin camino lleno de señales opuestas, aceptando nuestras limitaciones y las de los demás y confiando en nuestro propia reflexión.

Malena