Educar las emociones - Psicología Malena Lede




La falta de control emocional lleva a actuar en forma violenta cuando el entorno se torna difícil de aceptar en un mundo en el que se están perdiendo todos los valores.

Las exigencias desmedidas, el afán de alcanzar metas ambiciosas, el hecho de desear siempre más de lo que se tiene conduce a privar a los hijos de la presencia necesaria, a la escasez de modelos sanos para imitar y a la falta del apoyo indispensable para aprender a confiar y sentirse seguros.

El estrés no solamente angustia a los adultos sino también a los niños que tienen que enfrentar entornos afectivos inestables, malos tratos, carencias y cambios permanentes de sus condiciones de vida.

Son las emociones las que motivan a los niños y las que condicionan su comportamiento tanto presente como futuro.

El desarrollo cognitivo, que es de vital importancia en una sociedad que prioriza las capacidades intelectuales en detrimento de los afectos, puede verse obstaculizado por emociones negativas y producir dificultades adaptativas, problemas de relación,  estrés, conductas violentas, trastornos de aprendizaje o depresión.

La realidad actual nos está indicando que la educación emocional en la infancia es tan importante como el desarrollo de las capacidades cognitivas para llegar a ser adultos sanos tanto física como mentalmente.

Enseñar a los niños a controlar sus impulsos, a manejar su frustración y a desarrollar recursos más creativos que la violencia para superar situaciones difíciles,  podría cambiar el mundo.

El desarrollo de la inteligencia emocional es imprescindible para la vida personal, el trabajo y los negocios.

No es suficiente con tener un título universitario, se necesita también contar con capacidad para relacionarse, con estrategias para convencer sin exigir y con la tolerancia suficiente para aceptar la opinión de los demás.

Son muchos los niños y adolescentes que sufren fracaso escolar, que tienen fobia a los exámenes, que no pueden controlar su ira, que padecen de timidez y no se valoran a sí mismos.

Parece ser cierto que a medida que se incrementan las habilidades intelectuales disminuyen el control emocional y la capacidad para relacionarse.

Los niños deben aprender a reconocer sus distintos estados de ánimo y a manejarlos para poder interactuar, desarrollar empatía o sea ser capaz de comprender los sentimientos de los demás y madurar normalmente.

El bienestar de la sociedad comienza con el bienestar psicofísico individual y su participación social.

La familia tiene que ser un lugar de contención y formación donde los niños y adolescentes se sientan valorados,  sepan que tienen derechos pero también obligaciones y donde tengan la posibilidad de expresarse; educándolos con el ejemplo y brindándoles comprensión y apoyo para que cuando sean adultos puedan enfrentar el desafío que implican las frustraciones y los cambios.

Malena Lede – Psicóloga

Fuente : “La inteligencia emocional”; Daniel Goleman.