TENERLO TODO Y NO PODER DISFRUTAR DE NADA - Psicología Malena Lede




¿Cuántas luchas resultan estériles? ¿Cuántas promesas de felicidad futura terminan frustradas? ¿Por qué los deseos cumplidos parece que nunca alcanzan? ¿Por qué la felicidad se escurre más rápido que el agua?

Parece que disfrutar de la vida no es lo que casi todos creemos sino otra cosa, un don poco difundido que poseen sólo los sabios.

Todos esperamos las vacaciones con grandes expectativas, sin embargo, muchas parejas se separan después de haber hecho un tour por el Caribe; y no pocos se enferman debido al estrés.

Antiguamente la mayoría no viajaba a ningún lado estando de vacaciones, porque el negocio de los viajes estaba dirigido a las clases sociales de alto poder adquisitivo; y además muchos no gozaban de ese derecho y trabajaban siempre.

En esas épocas, la gente no tenía tantas pretensiones, en los ratos de ocio se sentían bien sentándose en la puerta para ver pasar a la gente y eso era todo.  Sin embargo, no parecía existir ese inconformismo que existe ahora, que nada tiene el poder de revertir, ni siquiera un hotel cinco estrellas en las Bahamas.

Ahora los tours, para competir, se ven obligados a mantener a la gente entretenida todo el tiempo, porque si no se aburren y terminan sufriendo un síndrome de abstinencia de diversiones.

El tiempo libre tiene que ser obligatoriamente excitante y más aún, hasta peligroso para permitir que por las venas corra la adrenalina.

Elegimos creer todo lo que nos dice la publicidad, que lo pasaremos tan bien como nunca antes, que los días serán inolvidables y que todo saldrá según nuestras expectativas.

Pero luego, cuando lo que ocurre no alcanza a satisfacernos, la frustración nos deja un sabor amargo y los pensamientos sombríos nos acosan. (Ahora tengo que pagar doce cuotas durante todo el año y no sé si valió la pena).

Hemos perdido la capacidad de disfrutar de las cosas y a pesar de que ahora más gente puede gozar de una mejor calidad de vida, no siempre el aumento del bienestar llega a colmar las expectativas.

El problema es que no somos capaces de valorar lo que tenemos y siempre creemos que nos estamos perdiendo algo; eso que por fin nos hará plenamente felices.

Aprendamos a disfrutar de todas las pequeñas cosas que nos suceden, un rato con amigos, la compañía de la pareja amada, una película, ir a tomar un café y leer el diario, caminar por una calle arbolada, leer un libro, estar con los hijos.

Si esas experiencias las vivimos como anestesiados, entonces tampoco podremos disfrutar de las aventuras utópicas que programamos.

Malena Lede - Psicóloga