El hombre infiel no
se compromete con ninguna mujer porque se acostumbra a las relaciones
superficiales con un solo fin, el biológico.
El compromiso con
una sola mujer trasciende lo biológico y el vínculo pasa a ser algo más profundo,
haciendo posible el crecimiento interior.
Solamente en una
relación íntima y duradera es posible entender al otro sexo; algo absolutamente
necesario para poder comprender mejor la parte femenina que tiene el hombre y
la parte masculina que tiene la mujer.
El hombre infiel no
se conecta con ninguna mujer en forma verdadera, no puede ser sincero,
forzosamente tiene que mentirle siempre a todas y fingir un sentimiento que no
siente.
A las mujeres es
difícil engañarlas porque pueden intuir una traición, percibir todas las
señales de un engaño y darse cuenta de la falsedad de las palabras más tiernas.
El hombre disfruta con la conquista, porque básicamente es un cazador y el entusiasmo de
conseguir una presa difícil lo hace sentir vivo; pero luego de la conquista pronto se aburre y vuelve a repetir la historia; o bien se vuelve doméstico y entonces aburre a su mujer, esa mujer que antes lo apasionaba pero que ahora se
transformó en su madre y lo hace sentir cómodo.
Mientras tanto la
mujer se desespera porque lo único que ha conseguido es tener un hijo más sin haberlo parido, que pretende que lo atienda como a los otros.
El hombre que no es
capaz de desarrollar sentimientos profundos ni objetivos trascendentes, sigue siendo un niño que continúa haciendo travesuras.
Disfruta de sus fechorías, mientras su mujer tiene
que conformarse, en el mejor de los casos, con hacer el amor en
forma mecánica, sin un beso ni una caricia, sólo con la repetición rutinaria de un
ejercicio físico que ella no disfruta porque como se da cuenta que sólo es un
acto carnal sin amor, cierra los ojos y lo vive como una pesadilla que está
deseando que termine.
El hombre infiel no
tiene cura, padece de una enfermedad incurable que es el infantilismo crónico, cuyos síntomas son el egoísmo, la falta de
compromiso, la vida superficial y la
mentira.
Malena Lede -
Psicóloga
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