Cada persona tiene un
código de valores, que no siempre es consciente, y que le permite tener su
propia visión del mundo, su manera de pensar, distinguir el bien del mal, tomar
decisiones, elegir un modo de vida y una posición política, pero también para formar pre-conceptos y juzgar a los demás.
Los prejuicios son
marcos de referencia que se utilizan para comparar las ideas o formas de vivir
y de pensar propias, o del grupo de
referencia, con las de los demás, y para
rechazar a los que por alguna razón son diferentes.
Nos manejamos más
con los pre-conceptos que con la observación, por eso la realidad es para cada
uno, del color del cristal con que la
mire.
No miramos la
realidad tal cual es, sino que la percibimos
en función a nuestras experiencias, valores, identificaciones, posición social,
nivel cultural, edad, sexo, temperamento, etc.
Todos tenemos la
capacidad de formarnos una opinión de otro apenas lo vemos y evaluar si nos
gusta o no nos gusta, si es confiable o amigable, si es simpático o no, si es frío o cálido, si es educado o maleducado,
de qué raza es, qué edad tiene, si es hombre o mujer, su status social y las
intenciones que tiene; aunque no siempre esa opinión no sea correcta.
Como ha sucedido a
lo largo de la historia del hombre, tendemos a rechazar a los que no pertenecen
a nuestro grupo de pertenencia, ya sean extranjeros, de otra raza, religión, edad
o de otro nivel cultural; porque la estructura social impone ciertas cualidades
o atributos considerados como aceptables y otras características como inaceptables.
Según el resultado
de la aplicación de técnicas de neuro-imagen, las reacciones neurológicas ante
personas enfermas o en estado de abandono, como vagabundos o drogadictos, son
universales; o sea que la tendencia a la semejanza y el rechazo por lo
diferente podrían ser de origen biológico.
Hemos adquirido el
hábito de hacer suposiciones a partir de pocos indicios, una conducta que en la
edad de piedra nos permitía distinguir los amigos de los enemigos y
principalmente conocer sus propósitos,
pero que ahora resulta obsoleta.
Sin embargo,
podríamos liberarnos de estas estructuras con un mayor nivel de conciencia; favoreciendo
el contacto, tratando de comprender a los que son diferentes, intentando
acercar posiciones, descubrir lo mejor de ellos mismos y eventualmente transformarlos
en buenos colaboradores.
Malena Lede -
Psicóloga
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