La memoria es el
recuerdo de la experiencia y de la información. Ese aprendizaje deja una huella mnémica en el
cerebro que produce cambios y aumento del número de receptores y de las conexiones entre las neuronas. El rastro
mnémico se puede alterar adquiriendo otra información.
El sueño favorece y
consolida el registro de los recuerdos, particularmente en el caso de determinados
razonamientos y en la generalización de los conocimientos. También beneficia el aprendizaje perceptivo o
motor, mejorando las habilidades de un entrenamiento que todavía no se ha
practicado.
Una vez consolidada
la huella mnémica, quedará grabada y resultará accesible y confiable para ser
utilizada a largo plazo.
Esto lo afirmó por
primera vez el psicólogo alemán Hermann Ebbinghaus, (1850-1909) después de
registrar la primera observación del efecto del sueño sobre la memoria y lo que lo condujo a comprobar que el sueño parece ser
la mejor solución para consolidar el aprendizaje.
Una breve siesta
permite consolidar los recuerdos de un aprendizaje según numerosas experiencias posteriores realizadas con individuos que participaron en los experimentos; resultados que no
lograron los que permanecieron despiertos; siendo la calidad del sueño esencial
para la memorización a largo plazo.
Recientemente se ha
demostrado que la calidad de los recuerdos de las personas insomnes es menor
que la de los que duermen normalmente.
Sin embargo para
que el sueño tenga el efecto de consolidación de un aprendizaje es necesario que
el cerebro lo haya codificado con anterioridad.
Aparentemente
durante el sueño se vuelven a repetir las mismas secuencias de descargas
neuronales del aprendizaje realizado en estado de vigilia, lo que refuerza las
conexiones interneuronales y participa en la fijación del recuerdo.
Malena Lede –
Psicóloga
Fuente: “Mente y
Cerebro” Investigación y Ciencia No.43/2010
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