Las personas
pesimistas y siempre insatisfechas suelen padecer frecuentemente de patologías
crónicas, por el contrario, quienes son optimistas y se sienten felices no
solamente son más sanos si
no que pueden tener una mayor expectativa de vida. Estudios realizados por la Oficina de Salud
de la Mujer de Estados Unidos mediante encuestas a 100.000 mujeres apoyan esta
afirmación.
Aunque no se sabe específicamente
cuál es el mecanismo que hace la diferencia, se supone que los buenos
sentimientos influyen positivamente sobre el sistema inmunológico, lo que hace
que las personas felices estén menos propensas a sufrir enfermedades.
La persona feliz se
cuida más, se alimenta mejor, suele ser más activa y entusiasta y tener hábitos saludables, todo lo cual le permite tener una mayor resistencia física.
La gente
malhumorada tiene que saber que existe una relación directa entre su estado de
ánimo negativo y su salud y si efectivamente padece de distintos males, lo
primero que tiene que hacer es cambiar de actitud.
La familia y las
buenas amistades son muy importantes para mantenerse saludable. A veces, pasar buenos momentos o almorzar en compañía
es mejor que cumplir una dieta estricta, ya que sentirse acompañado y querido favorece el funcionamiento de todos los sistemas del cuerpo.
Los traumas
infantiles predisponen a padecer enfermedades psicosomáticas en la adultez. Mecanismos epigenéticos intervienen para que
estas experiencias se transmitan a futuras generaciones.
Las mujeres parecen
estar más expuestas a padecer enfermedades psicosomáticas. En cuanto a los hombres, también es probable
que tengan los mismos problemas pero lo común es que se automediquen y no digan
nada, que ahoguen sus penas en alcohol, o que fumen o trabajen en exceso, pero rara vez consultan a un médico y
menos aún a un psicoterapeuta.
Para estar sano hay
que reconocer que no siempre podemos solucionarlo todo; que es importante aprender a pedir ayuda y aceptar que siempre habrá situaciones que no podremos controlar y que amenazarán con hacernos perder el equilibrio.
Darnos cuenta de nuestras limitaciones es señal de madurez y no tiene nada que ver con la propia autoestima ni altera de ningún modo la evaluación que tenemos de nosotros mismos.
Malena Lede –
Psicóloga
Fuente: “Mente y
Cerebro”; Investigación y Ciencia; No.59/2013
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