TERAPIA PSICOSOMÁTICA - Psicología Malena Lede




Las personas pesimistas y siempre insatisfechas suelen padecer frecuentemente de patologías crónicas, por el contrario, quienes son optimistas y se sienten felices no solamente son más sanos si
no que pueden tener una mayor expectativa de vida.  Estudios realizados por la Oficina de Salud de la Mujer de Estados Unidos mediante encuestas a 100.000 mujeres apoyan esta afirmación. 

Aunque no se sabe específicamente cuál es el mecanismo que hace la diferencia, se supone que los buenos sentimientos influyen positivamente sobre el sistema inmunológico, lo que hace que las personas felices estén menos propensas a sufrir enfermedades.

La persona feliz se cuida más, se alimenta mejor, suele ser más activa y entusiasta y tener hábitos saludables, todo lo cual le permite tener una mayor resistencia física.

La gente malhumorada tiene que saber que existe una relación directa entre su estado de ánimo negativo y su salud y si efectivamente padece de distintos males, lo primero que tiene que hacer es cambiar de actitud.

La familia y las buenas amistades son muy importantes para mantenerse saludable. A veces,  pasar buenos momentos o almorzar en compañía es mejor que cumplir una dieta estricta, ya que sentirse acompañado y querido favorece el funcionamiento de todos los sistemas del cuerpo.

Los traumas infantiles predisponen a padecer enfermedades psicosomáticas en la adultez.  Mecanismos epigenéticos intervienen para que estas experiencias se transmitan a futuras generaciones.

Las mujeres parecen estar más expuestas a padecer enfermedades psicosomáticas.  En cuanto a los hombres, también es probable que tengan los mismos problemas pero lo común es que se automediquen y no digan nada,  que ahoguen sus penas en alcohol, o que fumen o trabajen en exceso, pero rara vez consultan a un  médico y menos aún a un psicoterapeuta.

Para estar sano hay que reconocer que no siempre podemos solucionarlo todo; que es importante  aprender a pedir ayuda y aceptar que siempre habrá situaciones que no podremos controlar y que amenazarán con hacernos perder el equilibrio.

Darnos cuenta de nuestras limitaciones es señal de madurez y no tiene nada que ver con la propia autoestima ni altera de ningún modo la evaluación que tenemos de nosotros mismos.

Malena Lede – Psicóloga
Fuente: “Mente y Cerebro”; Investigación y Ciencia; No.59/2013