Aún en los países más pobres del mundo las personas
son más felices cuando tienen gestos de generosidad, como gastar dinero para
actos de caridad, hacer un regalo, trabajar gratis para ayudar a quienes lo
necesitan, o tratando de distintas
maneras de hacer felices a los demás.
La relación entre gastar dinero y sentirse mejor es
un fenómeno mundial que se da incluso en personas que cuentan con escasos
recursos para sí mismos.
Esta afirmación tiene bases científicas, porque se
apoya en una encuesta realizada a doscientas mil personas adultas de 36 países,
quienes confirmaban sentir un gran bienestar cuando donaban algunas de sus
pertenencias o dinero.
Además, el sentimiento altruista es contagioso y
esto también se ha podido confirmar mediante numerosos estudios. Un acto de bondad por parte de una persona
induce a otros a hacer lo mismo.
Estos experimentos han reforzado la idea de que la
felicidad que se obtiene al ayudar a otros es un rasgo humano universal.
Ayudar es una acción más espontánea que actuar con
codicia ya que esta última requiere una intención premeditada para lograr el
propio beneficio.
Los científicos opinan, a la luz de sus investigaciones, que la
satisfacción de dar produce una sensación de recompensa inmediata en nuestro
cerebro que ha contribuido a la supervivencia.
Nunca la humanidad hubiera sobrevivido si los seres
humanos se hubieran tenido que arreglar solos, de modo que la generosidad
constituye una estrategia adaptativa que favorece los vínculos sociales y ayuda
a lograr objetivos comunes.
Los actos de heroísmo tampoco suelen ser
premeditados, ya que muchas veces no se dispone de tiempo para
reflexionar. En general la acción
heroica es instintiva y casi siempre a riesgo de la propia vida.
El hombre está perdiendo los instintos; prioriza la capacidad de su intelecto y la traslada a una máquina desprovista de sentimientos. Se identifica con las máquinas, deja de ser humano y se convierte en un monstruo sin conciencia.
El hombre está perdiendo los instintos; prioriza la capacidad de su intelecto y la traslada a una máquina desprovista de sentimientos. Se identifica con las máquinas, deja de ser humano y se convierte en un monstruo sin conciencia.
Volvamos a prestar atención a nuestros instintos y llegaremos a ser mejores personas.
Malena Lede - Psicóloga
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