Detrás
de todos los miedos se esconde el miedo a lo desconocido, o sea a la muerte.
El temor a la muerte que caracteriza a la depresión
es la sombra que perturba la vida de estos pacientes.
El problema es que lo opuesto a la muerte, que es la
vida, también se teme, porque representa enfrentar la responsabilidad
y la culpa que es lo que se quiere evitar a toda costa.
El depresivo tiene miedo de aceptar la soledad por
lo tanto intenta por todos los medios de aferrarse a otros.
El miedo a la muerte es el resultado de no poder
enfrentar la realidad de la propia finitud, agravado por la incapacidad para
seguir viviendo.
El insomnio, por ejemplo, síntoma muy común en la depresión, es el miedo a dejarse
llevar sin oponer resistencia.
Porque dormir también es soñar, o sea un estado en que una
persona se puede permitir más libertades y vivir experiencias tan vívidas como
las de la vigilia, pero también es una forma de muerte; porque nos exige
abandonarnos al sueño y pasar el umbral de la realidad.
Sin embargo, soñar es la oportunidad de poder
conectarse con la propia sombra, compensar lo no vivido y recuperar el
equilibrio.
El miedo a entregarse por completo al sueño impide dormir
cuando no hay confianza ni capacidad de entrega y cuando la propia mortalidad
representa un tema importante.
El sueño y el orgasmo se parecen porque exigen
abandono y entrega y porque ambos representan
pequeñas muertes que se viven como peligrosas.
En cuanto al despertar, es un nuevo nacimiento que si se teme a la
responsabilidad puede resultar tan angustioso como el temor a la muerte.
Vivir es estar en la búsqueda de lo nuevo y tener la
oportunidad de aprender, es poder saciar el hambre de conocimiento para llenar
el vacío interior con experiencias, es aceptar estar en un mundo heterogéneo y
en perpetuo conflicto y es estar preparado para reconocer la inevitable
soledad.
Malena Lede – Psicóloga
Fuente: “La enfermedad como camino”; Thorwald
Dethlefsen y Rüdiger Dahlke.
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