Todos sabemos que los escándalos venden diarios y
revistas y en la televisión, aumentan el
“rating”, eso explica el increíble éxito de audiencia que tienen los programas
de “chimentos”.
Actualmente, hasta los noticieros televisivos se han
convertido en propaladores de chimentos, en detrimento de su tarea específica
que debería ser informar sobre los acontecimientos que ocurren en el país y en
el mundo.
Pero parece que no pasa nada en ningún lado que las
noticias se reducen a ventilar los pormenores de la vida íntima de los famosos.
El “chimento” paga las cuentas, a costa del prestigio y el honor de personas
que no siempre son merecedoras de esos hechos, casi siempre infundados o que pocas veces se
comprueban.
Las habladurías costaron matrimonios, carreras, prestigios, reputaciones y malograron la vida de mucha gente.
Luego, ¿cómo se borra el daño hecho? ¿cómo se hace para seguir viviendo cuando la vida se derrumba y se pierden los afectos?
Para los responsables, sólo
significó captar la atención, uno o dos días, de cierto público numeroso y
ávido de chimentos, y motivarlos a comprar una revista o a ver un programa; pero lamentablemente también pueden orientar la publicidad, aumentar la audiencia y hacer que un ejército de gente se beneficie.
Es triste darse cuenta que el dinero ganado proviene
de la desgracia de la gente, sin embargo se ignora a la conciencia, con el único
objetivo de obtener ganancias, aunque cause desdicha y mancille reputaciones para siempre.
La culpa por el daño ocasionado, no se puede
evitar; pero se puede aliviar
proyectándola, haciendo pagar a justos por pecadores, teniendo mal carácter, siendo violento y desagradable.
Sin embargo, tarde o temprano, la conciencia siempre
pasa factura; y ese día se preguntarán por qué tienen depresión y por qué no
pueden disfrutar de la vida.
“No hagamos a otro lo que no nos gustaría que nos
hicieran a nosotros”, es lo que nos aconsejan todas las religiones, porque siempre,
el mal infringido a otros se convertirá en un “boomerang” imparable contra nosotros
mismos.
Malena Lede - Psicóloga
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