El cine argentino a veces nos sorprende con una producción de buena calidad hecha con inteligencia.
Esta vez se trata de una comedia, género difícil y lamentablemente poco desarrollado en nuestro medio artístico, más inclinado al drama, ya que es más fácil hacer llorar a la gente que provocarle risa.
Los personajes son creíbles, espontáneos y frescos, principalmente la Tana, interpretada magníficamente por Valeria Bertucceli.
El Tenso, de Adrián Suar, aparece más deslucido, casi desganado, sin chispa, una lástima considerando que era un papel como para lucirse.
Se trata de una pareja aburrida, compuesta por una mujer amargada y frustrada por elección, sin ánimo para salir de ese círculo vicioso de la queja permanente y el fracaso; negándose a las oportunidades y proyectando toda su agresividad en su marido; un hombre joven que quiere vivir tranquilo, que no tiene agallas para enfrentarla o dejarla y que aguanta lo inimaginable con tal de no dar la cara.
La trama se centra en la estrategia del marido para sacársela de encima sin tener que tomar él la iniciativa de dejarla.
El personaje del Cuervo Flores, a cargo de Gabriel Goity, mueve un poco a risa porque evoca esa criatura de antaño, chapada a la antigua, que se la daba de Don Juan, utilizando recursos ingenuos que no convencen a nadie pero quien sabe por qué motivo todavía conservan cierto prestigio como galanes, y que apenas pueden con ellos mismos.
Supuestamente todas las mujeres se enamoran de él por su carisma, aunque resulte patético a simple vista; por lo que es contratado por el Tenso para realizar el trabajo de conquistar a su mujer y así liberarse.
Como todas las tramas articuladas de antemano, todo se resuelve de la mejor manera en forma inesperada.
Vale la pena ver esta película, es una deliciosa forma de pasar un buen rato.
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