Un maestro espiritual debe tener confianza. La confianza nace cuando nos damos cuenta que el mundo se rige por un poder que no conocemos que se encuentra dentro de nosotros mismos.
Los encuentros por azar ni por accidente no existen, ni son coincidencias, son situaciones que sirven para aprender y es posible que en esas circunstancias, los que se encuentran, pierdan de vista sus intereses individuales por lo menos durante un instante.
Para desarrollar la confianza lo primero es no aferrarse a las cosas y poder desprenderse de ellas reconociendo que no tienen ningún valor real.
El segundo paso es la selección sobre la base del mayor o menor beneficio, comprendiendo que los cambios que se producen en la vida son siempre beneficiosos para los individuos y que todos los acontecimientos, encuentros y circunstancias son de utilidad para uno.
Luego es el período de renuncia a lo que no tiene valor, sacrificando los propios intereses en aras a la verdad.
Esta renuncia modifica el estado de aflicción y lo convierte en una feliz despreocupación y en lugar de resultar exigido se resulta agraciado.
Después llega el período de asentamiento, de reposo y descanso para consolidar el aprendizaje de transferir lo que se ha aprendido a todas las situaciones.
Sigue un período de inestabilidad, cuando aún no se ha distinguido lo valioso de lo inútil y cuando todavía no se aprendió a estar dispuesto a dejar de lado todo juicio.
Finalmente llega la etapa de los logros en el que se gana tranquilidad, que es la fase de la verdadera paz.
Sólo los que tienen confianza pueden ser honestos, porque son los que pueden ver el valor de la honestidad.
La honestidad significa coherencia en el pensar, decir y hacer, o sea no estar en conflicto en ningún nivel con uno mismo y por lo tanto con ningún otro. Porque el conflicto es el resultado del auto engaño.
Los desafíos ya no tienen sentido porque desaparecen las dudas y sólo existe el triunfo, porque se aprende a elegir por toda la humanidad nunca solo por si mismos.
Sin juicios todas las cosas son iguales y todos los hombres son hermanos y tener paciencia es algo natural para el que tiene confianza.
La mansedumbre nos libera del miedo y nos brinda júbilo y la indefensión nos protege del peligro.
La generosidad significa recibir para dar no para conservar, porque nada tiene valor si no es para dar.
La fe es el grado más alto de confianza en que todo se resuelve perfectamente.
La función esencial de un maestro espiritual es enseñar el perdón.
Fuente: Un Curso de Milagros, Fundación para la paz interior, Manual para el Maestro, Colombia, 1976
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