Todo desequilibrio o enfermedad se origina en la idea de estar separado de la unidad. Cuando esta idea desaparece, y vuelve la cordura, se produce la cura.
Mientras la causa de la enfermedad permanezca oculta a la conciencia, resultará incomprensible.
La culpa exige un castigo y este castigo es concedido en el mundo ilusorio de las percepciones, pero las leyes de la percepción son una inversión de las leyes de la verdad.
El perdón elimina la idea de estar separado del otro y la salvación es ver la verdad.
El milagro es posible cuando se pueden ver unidas la causa y sus consecuencias, porque curar solo el efecto es hacer solamente que el efecto cambie de forma.
El perdón es la respuesta a cualquier ataque. El miedo mira hacia delante y hacia atrás pero pasa por alto el ahora, donde está aún la causa que mantiene alejada a la curación.
La ilusión de la enfermedad tiene una causa que aunque falsa, está en la mente ahora.
La causa y su consecuencia se dan simultáneamente, no existe demora en el tiempo, como lo afirma el razonamiento, que los efectos de una causa tendrán lugar en el futuro.
El tiempo no tiene nada que ver, lo que sí tiene que ver es la separación, la brecha que creemos existe entre nosotros.
Para muchos sanar puede ser atemorizante, no pueden perdonar porque creen que el perdón es injusto. Prefieren entonces conservar las consecuencias de la culpa (la enfermedad) que no reconocen.
Los enfermos siguen siendo acusadores, no pueden perdonar a sus hermanos ni tampoco se perdonan a si mismos, porque el que perdona se cura.
La curación es la prueba de que hemos perdonado.
Los milagros son justos porque liberan al otro y también a nosotros mismos de la culpa, tanto al que cree que es justo como al que cree que es el pecador, porque la curación no hace diferencias, la curación es para los dos.
El conflicto es un obstáculo que no se puede resolver hasta que se aclara, y mientras haya conflicto no hay curación.
La única manera de curarse es curando, pero uno es el que tiene que empezar permitiéndose a si mismo ser curado para poder ofrecer al otro lo que ha recibido.
El propósito indiviso es lo que hace posible el milagro.
Lo único que requiere la curación es no tener miedo, aunque sea por un instante hay que decidir amar sin atacar, y eso será suficiente.
El mundo agonizante necesita que dejes de atacarte aunque sea por un instante, para poder sanar.
Fuente: "Un Curso de Milagros", Fundación para la paz interior, USA, 2007
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muy bueno tu blog, visita el mio si tienes tiempo
ResponderEliminarhttp://enfermeriayemergencia.blogspot.com/