La incertidumbre es la cualidad propia de la existencia, porque la seguridad no existe.
Sin embargo la mayoría de nosotros anhelamos poder controlar todo alrededor y cuando la actividad laboral se torna insegura o frágil, y amenaza la tranquilidad de la permanencia en un empleo, es difícil no sentirse al borde de un precipicio o en un callejón sin salida.
Los rumores, no siempre fundados, a veces son propagados por los mismos funcionarios encargados de los despidos, como parte de su estrategia, preparando el terreno para no tomar desprevenidas a las víctimas de las racionalizaciones que tienen que llevar a cabo.
Desde ese momento, el escenario donde desarrolla sus tareas un trabajador, se convierte en la antesala de un condenado a muerte a la espera de la ejecución.
Esta espera a veces puede ser larga, tanto que algunos no la soportan y renuncian, actitud frecuente que los que están a cargo de los despidos ya conocen y la aprovechan para ahorrarse la indemnización.
Porque es difícil lidiar con la incertidumbre y tampoco se pueden concentrar en un trabajo que pueden estar a punto de abandonar.
El hecho de sentirse tan vulnerable tanto tiempo, anticipándose a los acontecimientos e identificándose con los que ya se han ido, deja un sabor amargo y contamina toda la personalidad, afectando no solo al damnificado sino también a su familia.
El problema más grave es el sentimiento de culpa, sentirse responsable de alguna manera de una decisión que no es la suya, con la sospecha de que puede depender de su rendimiento y no de los avatares económicos que obligan a reducir el personal, achicar la pirámide y deshacerse de empleados y funcionarios que tienen los sueldos más altos para tomar gente más joven y más barata.
Un empleado que es despedido debido a la necesidad de la empresa de reducir costos, no es responsable de esa circunstancia y debe aceptar lo inevitable como un nuevo desafío y atreverse a empezar de nuevo.
Los cambios existen en la vida y no siempre son negativos. Casi siempre obligan a hacer lo que jamás se haría si dependiera solo de nosotros.
Vivir la incertidumbre como una oportunidad para el cambio, transforma lo que se considera una tragedia en algo positivo para el crecimiento personal.
La vida moderna no admite toda una vida de trabajo en una sola empresa, de modo que el cambio no representa solo una situación límite penosa sino una realidad inevitable.
Hoy en día, los empleados y también los funcionarios eficaces, especializados en una tarea, están en condiciones de administrar sus propias carreras laborales y dirigirse hacia las empresas que les ofrecen mejores posibilidades de realización y progreso.
No es imprescindible contar con títulos universitarios, porque la experiencia hoy, es el indicador más relevante para evaluar el perfil de un candidato.
De todos modos, compartir las inquietudes con los familiares y amigos, aligera la carga emocional de las presiones laborales y facilita los momentos de las decisiones difíciles.
Las empresas también nacen y mueren y hay que considerarlas como la posibilidad de una ocupación en el aquí y ahora, no para siempre, como una actividad permanente.
Tendemos a aferrarnos a lo conocido, a lo que consideramos seguro, pero la realidad se impone y nos demuestra que lo que verdaderamente existe, es real y seguro es el cambio.
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muy acertada tu enseñanza, es cierto que muchos sufrimos la incertidumbre y con ella se sufre.
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