La Puntualidad




Ser o no ser puntual dice mucho de nosotros mismos.

Aunque ajustarse desesperadamente al rigor del reloj no sea lo mejor, se puede aprender a llegar a tiempo y ser capaz de respetar a los demás, sin obsesionarse, pero si, organizándose y teniendo una mejor noción del tiempo.

Un compromiso a una hora determinada le otorga libertad a una persona, para planificar y usar el resto de su tiempo en otras ocupaciones que pueden tener la misma o mayor importancia. Pero si alguno de los involucrados no se presenta a la hora fijada de antemano, demuestra que ha utilizado para si mismo el tiempo de los demás.

La impuntualidad es una actitud que revela falta de consideración al priorizar el beneficio y la comodidad propios en detrimento de la de los otros y atenta contra el resultado de un encuentro, ya sea personal o de negocios.

Esta tendencia revela un mal manejo del tiempo, negligencia, desinterés, falta de coordinación en las tareas y una forma de conducta desprolija, que mide el valor que se le está dando a una entrevista, cita o reunión, sea cual sea el nivel.




También disminuye la estimación de las supuestas cualidades del que llega tarde, aunque se trate de alguien importante y necesario.

En general, las personas que tienen funciones de jerarquía, suelen ser puntuales, porque sus agendas no admiten retrasos y necesitan ser rigurosos para poder cumplir con sus numerosos compromisos.

Suelen ser los menos destacados, los que se sobreestiman y creen erróneamente que llegar tarde a las entrevistas otorga distinción y aumenta el interés por ellos, los que generalmente llegan tarde a todos lados, como un recurso para llamar la atención.
De esta manera provocan trastornos a todos, interrumpen, molestan, obstaculizan los procesos distrayendo a los presentes, llegando cuando las reuniones ya han empezado.

La puntualidad no se respeta en ningún ámbito, inclusive en aquellos lugares donde no existe margen para llegar tarde, como en los espectáculos, en las estaciones de trenes, en las terminales de autobús y en los aeropuertos.

Ser impuntual en forma habitual es parte del carácter, además de producir estrés, demuestra egoísmo, falta de respeto y poca capacidad para la planificación, la organización y para la administración del tiempo.

Sin embargo, es una forma de ser que se puede revertir, cambiando de forma de pensar, intentando ponerse en el lugar de los otros y creer que llegar tarde no es una cualidad sino un defecto y que puede cambiar el concepto que los demás tienen de nosotros.

A nadie le gusta esperar, por eso muchos acostumbran hacer cálculos optimistas para llegar a último momento cuando tienen que concurrir a una cita, sin contemplar contratiempos, obstrucciones de tránsito, o cualquier otra circunstancia que los demore.

Presentarse a la hora justa a un evento a veces es imposible, por eso es conveniente planificar para llegar diez minutos antes y aprovechar para caminar unas cuadras, dejando el auto más lejos o bajándose antes del autobús o del subte, o bien detenerse a tomar un café en cualquier esquina para hacer tiempo.

Pero para esto hay que tener previamente la intención de llegar a tiempo, que en todo encuentro afecta los resultados, influye en la opinión de los participantes y predispone a establecer mejores vínculos.

Hay que tener en cuenta que en toda relación, la primera impresión es la más difícil de borrar.