El
miedo de sufrir un ataque cardiaco o un ACV, hace que muchas personas cambien
drásticamente su estilo de vida, sus rutinas, su alimentación, sus
distracciones, etc., pero el comportamiento motivado por el miedo no resulta
eficaz a largo plazo, porque la ansiedad que conlleva es más nociva que
cualquier otra cosa, porque produce
efectos biológicos insalubres.
El
miedo de que aumente el colesterol en sangre puede hacer que cada comida se
convierta en un motivo de ansiedad, por lo que resultaría más sano a la persona
comer lo que le gusta y olvidarse del colesterol.
El
cambio de estilo de vida puede ser para algunos, traumático y provocarle angustia, de manera
que en estos casos el remedio sería peor que la enfermedad.
El
problema de controlar los factores de riesgo es que no pueden tener en cuenta
la historia personal del sujeto y las cosas que lo hacen feliz.
Tal
vez la clave para eliminar los factores de riesgo sea pensar que la naturaleza
nos ha creado para que estemos bien y que la buena salud es lo normal y no un
acto de voluntad, se trata solamente de saber reconocer nuestras propias
inclinaciones naturales, prestando atención a nuestra inteligencia corporal.
Comer
sólo cuando se tenga hambre y no comer antes de haber digerido la última
comida, alrededor de tres horas.
Comer
alimentos recién preparados, en un ambiente tranquilo, sentado y a ritmo
moderado.
No
ingerir alimentos cuando se está alterado o nervioso.
Evitar
los alimentos fríos y las bebidas heladas.
Masticar
bien los alimentos y después de comer descansar algunos minutos.
Lo
ideal es incluir los seis sabores en las comidas, lo dulce, lo agrio, lo
salado, lo amargo, lo astringente y lo picante.
La
meditación es una forma efectiva de curar el corazón; los estudios realizados
en el Institute of HeartMath de Boulder Creek, California, han demostrado que
la meditación puede ayudar a estabilizar el campo electromagnético del corazón;
y las emociones de alegría, amor y agradecimiento tienen un efecto similar.
Respirar
a conciencia, ya sea durante la meditación o el ejercicio también es muy
beneficioso para la salud en general.
Consiste en aprender a activar y dirigir conscientemente la fuerza vital
a los pulmones, al torrente sanguíneo y a todos los demás órganos.
Tomarse
la vida con demasiada calma puede ser un error, porque las investigaciones
clínicas realizadas durante diez años en la década de los años cincuenta
demostraron que las personas activas (que no sufren estrés) tenían menos riesgos de sufrir una
enfermedad coronaria, en tanto que quienes ya tienen trastornos cardiacos y
hacen ejercicios controlados reducen el riesgo de agravar su enfermedad y
ayudan a revertir el daño.
La
caminata, la natación y el ciclismo siguen siendo las actividades más
adecuadas, incluyendo un trote liviano.
El
exceso de peso es uno de los factores de
riesgo para sufrir una enfermedad coronaria.
El
peso sano es el que respeta las propias necesidades según el cuerpo y la edad
que se tenga y no el impuesto por las modas o las pautas culturales.
Pero
lo más importante será, como siempre, comer a conciencia, o sea comer cuando
uno tiene hambre y no hacerlo cuando uno tiene necesidad de otra cosa, distracción,
compañía, evadirse, etc.
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