Podemos
decirle basta al estrés cuando se vuelve dañino, pero no podemos evitar los problemas. El tema es entonces aprender a vivir con los
problemas y encontrar el equilibrio.
Todos
los días la gente de una gran ciudad tiene su cuota excesiva de estrés; el dinero que no alcanza, familiares que se
enferman, agresividad en el tránsito, tareas que se acumulan en casa y en el
trabajo y preocupaciones de todo tipo, se combinan para formar el caldo de
cultivo de enfermedades físicas y psíquicas.
El
estrés excesivo debilita el sistema inmunológico, altera el sistema digestivo,
deteriora la memoria, provoca ansiedad y envejecimiento celular.
La
clave es aprender a manejar el exceso de estrés que provocan, en general, las situaciones comunes de todos los días.
Todos
tenemos la capacidad de tomar distancia de los problemas y más aún si no nos
aferramos ni a las cosas ni a las personas y si no intentamos ser
perfeccionistas.
Lo
difícil es abandonar el control en toda circunstancia que amenaza desequilibrarnos, no oponer resistencia y rendirnos,
y aunque esto parezca imposible, se puede hacer.
Se
trata de ser capaz de cambiar la reacción por la reflexión, permanecer relajados
frente a los acontecimientos, permitir
que ocurra lo que tiene que ocurrir y hacer solamente lo absolutamente
necesario.
Comenzar
a pensar de otra manera, que no todo
depende de nosotros, que tenemos que aprender a soltar y a no aferrarnos a
nuestros deseos perfeccionistas.
Si
nos atrevemos a soltar todo lo que creemos que es nuestra responsabilidad,
descargaremos todas nuestras tensiones y nos sentiremos libres.
Los
acontecimientos pueden vivirse de dos maneras; como amenazas de peligro o como
verdaderos desafíos.
Cuando
los vivimos como desafíos, el estrés normal nos hace sentir vivos y dispuestos
a enfrentarlos, pero si cada circunstancia adversa es vivida como un peligro de
fracaso o pérdida, el estrés nos bloquea.
Esta
situación empeora cuando se convierte en algo cotidiano y crónico.
Existen
ciertos recursos que pueden ayudar a combatir el estrés:
1) Pensar menos en uno mismo y un poco más en
los demás
2) Cultivar los afectos
3) Vivir las experiencias negativas desde otro
punto de vista
4) Registrar lo bueno y no solamente lo malo
5) Tratar de estar relajados desde que nos
despertamos y fomentar este estado con la meditación.
6) Disfrutar del sueño y dormir las horas
necesarias
7) Proyectar un objetivo alcanzable cada día
para poder tomar conciencia de que también suceden cosas buenas
8) Hacer actividad física todos los días, por lo
menos treinta minutos.
La
humanidad está atravesando por una etapa en la que predomina el egoísmo y como
nunca antes muchas personas de todas las edades viven solas y tratan de eludir
los compromisos.
Esta
forma de vida, lejos de brindar a un individuo la felicidad que desea, lo puede sumergir en una depresión, provocarle sensación de aislamiento y la pérdida del
sentido de la vida.
Hombres
y mujeres evitan formar una familia por temor al compromiso, por miedo al fracaso, por creer que no podrán alcanzar sus ambiciosas metas o porque no quieren perder su libertad.
Perciben
la vida como un lugar peligroso donde solamente hay que evitar los problemas y
aprender a defenderse.
Sin
embargo, se puede cambiar esta forma de ver el mundo y transformar la amenaza
de peligro en un desafío, elevar el umbral de estrés y lograr estar más
relajados.
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