Es
innegable que gran parte de la humanidad, harta de una visión de la vida
materialista y competitiva, que ha
perdido los valores tradicionales que ha dado lugar a un egoísmo exacerbado por
la publicidad y el consumo; ha tomado conciencia de que lo único que la puede
salvar del cinismo y del vacío existencial que le permita recuperar la
esperanza y el sentido de la vida, es
retomar el camino de la espiritualidad.
Un
movimiento masivo mundial ha comenzado a gestarse, ávido de necesidades
trascendentes; y empeñado en alcanzar un
más alto nivel de conciencia esta inquietud general ya no se puede parar ni tampoco
postergar.
A
través de antiguas religiones o por medio de la influencia de guías
espirituales que ya han transitado este camino, este fenómeno ha ido
incrementándose y hoy es una realidad imparable que está cambiando al mundo y la
mente de los seres humanos.
Un
planeta gastado que está sufriendo los efectos del abuso y la depredación de
sus habitantes es el detonante de una situación explosiva que nos obliga a
todos a cambiar de perspectiva.
Lo
único que puede salvar al hombre de la extinción es el camino del espíritu,
porque hay de todo para todos cuando la conducta humana está más allá del
egoísmo y está inspirada por el amor.
Las
mujeres son las que están a la vanguardia de este movimiento porque su propia
fisiología las favorece.
Estudios
realizados han demostrado que el lóbulo frontal del cerebro de la mujer es más
grande que el del hombre, lo que la habilitaría a controlar con mayor eficacia el
nivel de agresividad y de violencia.
Investigaciones
realizadas en Estados Unidos muestran que el noventa por ciento de los delitos
graves son producidos por hombres y sólo el diez por ciento por mujeres, gran
parte de ellas abusadas y con diversas patologías psiquiátricas.
El
camino espiritual no tiene retorno, porque cuando se ha comenzado a transitar,
la perspectiva de la vida cambia en tal forma que es imposible volver atrás.
Un
ser humano tiene que aprender desde muy joven, que la única forma de
trascenderse a sí mismo y de desarrollarse como persona única, no es imitando a
los demás sino aceptándose como es y atreviéndose a ser él mismo.
Las
personas tienen que liberarse de las limitaciones que imponen los códigos de
los pares, las pautas de conducta y de la esclavitud que representa ser igual a
los demás y tener las mismas cosas.
Solamente
los líderes se atreven a cambiar esas pautas y a ser diferentes, porque no les
importa lo que piensan los demás y porque son fieles a ellos mismos.
El
camino del espíritu no representa privarse de los placeres de la vida, sino
tener una nueva actitud: no tener miedo de vivir, tener capacidad de amar, no
aferrarse a nada, poder vivir en la incertidumbre y ser capaz de reírse de uno
mismo.
Vivir
intensamente es enfrentar el desafío de ser quien uno es y desarrollar todo el
potencial, no competir con las habilidades de los demás.
El
que teme a la muerte es porque le ha temido a la vida, porque si ha vivido su
propia vida no le temerá a la muerte, la vivirá con la curiosidad que supone
todo gran acontecimiento e incluso estará contento de enfrentar por fin algo
nuevo.
La muerte no es la nada, es un nuevo comienzo, porque no existe la nada en este universo.
La muerte no es la nada, es un nuevo comienzo, porque no existe la nada en este universo.
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